Cuando "Podemos" partía al ejercicio de la política, se nos dijo que preconizaban un cambio radical: instituir un sistema participativo que permitiría a todo ser humano votar y decidir por mayoría los acuerdos a tomar, pensando en el beneficio del pueblo llano.
Era tanto como suponer que los electores serían consultados y, mediante refrendos populares, lo que ellos decidieran se aplicaría al pie de la letra. Por consiguiente se sustituiría el voto representativo, por el voto directo. E igualmente se implantaría el mandato imperativo, prohibido expresamente por la Constitución española. Se podrían hacer otros análisis, pero con esto bastaba para pensar que los de "Podemos", como profesores, podrían ser una maravilla pero como políticos estaban en lo más frondoso de la higuera.
Para empezar, a la masa informe de indignados le dieron un nombre, "Podemos" y eligieron unos jerarcas, muy entregados -según prometieron- a la voluntad de las masas populares, pero que -como todos los jerarcas- empezaron a imponer su criterio. Paradójicamente concurrieron a unas elecciones representativas -las europeas- y cumplieron con todos los requisitos de los que antes habían renegado.
Tanto hablar pronto y mal de la política al uso, ellos aparecían como seres envíados del cielo para hacer milagros, pero a las primeras nos dieron el cambio y ahí andan con la mayor naturalidad, siguiendo vigilantes la marcha de las encuestas como cualquiera de los que forman parte de la por ellos llamada "casta". No creo descubrir nada si digo que muchos padres de familia empezaron a rezar: "Virgencita, que me quede como estoy".
Ya nadie habla del voto directo e imperativo. Ni siquiera adelantan algo que pueda ofrecerse a sus seguidores como un programa de gobierno. Sus mismos palmeros están llenos de dudas.
En ese momento se retira del escenario el jerarca número tres apellidado Monedero. ¿qué novedades nos esperan?
La solución en próximas encuestas. Pero ya no admiran ni ponen como ejemplo a la Venezuela de Chaves. Están más bien a tono con las democracias nórdicas. A eso Monedero le llama perder frescura.
¡Cosas veredes...!
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