jueves, 21 de mayo de 2015

RELATOS CORTOS. LA NOGALA SE SECÓ. (3)

Días después, el veinticuatro de julio, viernes, Secundino Carballeira estaba en Mioma donde varios clientes le dieron ocupación para toda la jornada.  Al despedirse, preguntó en tono distendido por el anarco sindicalista Simón Parejo y le dijeron que se fue de vuelta a tierras de Vizcaya por un camino de herradura que descendía, por la Peña de Orduña, hasta las cercanías de Tertanga.
Al día siguiente, festividad del Apóstol Santiago, una vez aseado en la fuente pública de Mioma, Secundino Parejo tomó su bicicleta taller, enganchó el carrito de las provisiones y asistencias y se fue por el camino de Valpuesta, donde pensaba oír misa mayor en la iglesia parroquial en homenaje al apóstol, patrón de su tierra. Un pinchazo en la rueda delantera lo detuvo no muy lejos de la nogala achaparrada y umbrática de la vera del camino. Y decidió llegar hasta ella en busca de sombra para desmontar la rueda, sacar la caja de parches y arreglar la avería.
Allí había un hombre apostado que oteaba el camino de Mioma. Agarraba un arma de fuego con aire de estar al acecho, a la espera de una pieza de caza mayor. Al aproximarse lo reconoció Secundino Carballeira: era Onofre el bilbaino, adosado a su escopeta. Al llegar y tras un saludo, el afilador tomó la iniciativa:
- Buenos días, Don Onofre. ¿Va usted de caza?
- No. He venido a probar la escopeta, soltando un par de tiros.
- ¡Me extrañaba! Porque según creo, aún no se levantó la veda.
- No; se abre  el quince de agosto, cuando casi todo el campo es ancho  rastrojo.
- Pero don Onofre -le dijo Secundino el afilador mientras atendía a la mirada del veraneante; una mirada  de odio envenenado-: Usted y yo somos cristianos y son cerca de las diez, hora de oír misa;  hoy es día de guardar. ¿No me dirá que se la va  a fumar  por abatir una  pieza?
- Tiene usted razón. ¡Qué horror! Me he distraído. Sí: he estado a punto de perder la misa.
La perspicaz agudeza del afilador, lo llevó a deducir que ni esa apelación sacrosanta aplacaba el odio que  tenía atenazado al veraneante bilbaino.
- De cristiano a cristiano don Onofre: ¿A quién esperaba? ¿Quién lo puso a punto de faltar a la ley de Dios?
- No esperaba a nadie. Si usted  va a Valpuesta. ¿No le importa que hagamos juntos  el camino?
- Sí, claro: voy a Valpuesta. Podemos ir juntos. Ya arreglaré más tarde el pinchazo.
- Permítame –dijo don Onofre en tono humorístico-: “Antes he de cambiar el agua…”.
- Faltaría más –respondió el afilador.
Don Onofre se situó detrás de la nogala, desabrochó su bragueta y orinó larga y cálidamente. Un vapor emanado de aquel líquido, como el de un veneno corrosivo, ascendió desde las raíces descubiertas del árbol al entrar ésas en contacto con la orina.
Antes de llegar a la iglesia toparon con Narcisa, la valpostana que preparaba nueces verdes en almíbar con la receta de las monjas de clausura de San Juan de Acre.
El gallego afilador, perspicaz y medio brujo le dijo:
- Narcisa: será el último año. Se acabó lo de conservar nueces verdes en almíbar. Se secará la nogala de raíz y sin remedio. Todo por la meada de un cristiano.
- ¿Cómo lo sabe?
- Lo sé. Se secará la nogala. A cambio se ha salvado un alma.  ¡De veras!
La nogala se secó. Y Narcisa extendió por el Valle la leyenda de que Secundino el afilador era medio brujo.






No hay comentarios:

Publicar un comentario