miércoles, 27 de mayo de 2015

NUEVOS POLÍTICOS PARA VIEJOS PROBLEMAS.

    España entera, pendiente de las urnas,  dejó en suspenso sus sueños hasta conocer los resultados electorales. Ahora ya podemos empezar  a vislumbrar los efectos del cambio teniendo en cuenta, eso siempre, que los triunfantes, cualquiera que fuere su color,  no suelen sentirse  ligados a las promesas y compromisos hechos en la campaña electoral. Ejemplo, el Sr.Sánchez, nuevo amo del PSOE, que negó más de tres veces a "Podemos" y ahora -vistos los resultados- anda a ver si puede partir un piñón a medias con ellos. La "casta" está queriendo hacer migas con quienes así los calificaron despectivamente. ¡Una novedad para esta España ansiosa de cambios!
    Como ganadores con mando en plaza, no van a poder eludir -unos y otros- la compensación económica que exige el sector más  necesitado: uno de cada tres españoles vive en la pobreza. Suponemos que ha llegado su hora:  ¡Se acabó lo de vivir en la miseria! Ya podrá Cáritas levantarse cada nuevo día sin preocupaciones!
   Se acabó también la lucha  por unos  salarios justos. Todos mejorarán sus ingresos, si se cumplen las promesas de los ganadores electorales que defendieron,   llenos de fe y esperanza, ante los votantes. Solo hay un inconveniente serio: los salarios se pagan por el sector público o por los inversores del sector privado..., pero al final el dinero sale siempre de los bolsillos del particular. Y los particulares, como siempre ha sido, unos tienen mucho, otros se valen a medias, otros tienen poco, y muchos nada. Los que mueven el tinglado suelen ser los inversores, que tiene la mala costumbre de aventurar sus dineros con el fin de ganar mucho más. Si  no ganan, se aburren, y ¿què sentido tiene abrir una empresa para llenarse de preocupaciones a cambio de nada?
    Llegado este caso de arriesgar y no ganar, el inversor se esfuma y hace crecer la cola ante las oficinas oficiales dedicadas al empleo. Entonces, al engordar el censo de los desempleados, hay que subsidiarlos porque lo exige el cambio prometido. Es decir que habremos de pagar más impuestos los  de siempre, porque los inversores ya están sacando su dinero a paletadas para ponerlo a buen resguardo desde ahora, antes de que llegue la tormenta, mientras los elegidos  democráticamente disfrutan de las mieles del triunfo. Yo sé que es injusto este proceder, pero ¿que puede hacer un simple elector? Para eso están los elegidos, los populistas ganadores.  Por  lo menos así ha pasado siempre.
   Estamos ante un  círculo vicioso. Si se  ahoga al inversor,  huye con sus dineros. Si se le deja que actúe bajo las reglas del liberalismo económicos,  se incumple lo prometido por los nuevos políticos y los trabajadores estarán siempre en precario. Si traspasamos al Estado la facultad inversora, sucede otro tanto; ahora los esclavistas  serían  los amos del sector público: los políticos.
   ¿Y dónde está el remedio? Paradójicamente en una equilibrada desigualdad. Me dirán: ¡Qué barbaridad! Usted acaba de justificar la desigualdad como si fuera un derecho humano, un principio justo, equitativo y saludable. Y respondo: ¡A mí que me registren! No defiendo ni ataco nada ni a nadie.   Simplemente, constato hechos. La desigualdad  está  ahí, presente en todos los climas y ambientes. Y estará presente durante siglos cualquiera que sea el político que nos prometa o gobierne, o la religión que nos inspire- porque la humanidad no esta compuesta por seres pastueños donde cada uno se  conforma con  su ración de hierba, sino por depredadores que  en tanto tienen fuerza -o poder- se comportan como tales y hasta que ellos no se sacian no hay sitio para el más débil.
    No somos bestias. No; desde luego. Pero nos comportamos como ellas en demasiadas ocasiones, con una agravante:  sabemos usar la inteligencia y gracias ella funciona la hipocresía.Y con la hipocresía, el engaño: prometen una cosa y dan  otra. Sólo los muy débiles se chupan el dedo porque no pueden hacer otra cosa; pero como todo el mundo sabe, el dedo  no es la teta.
   Mientras los  políticos recuentan sus votos y nos las prometen muy felices, permítanme ser un tanto escéptico antes de chuparme el dedo.¡Y que viva la igualdad!

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