martes, 12 de mayo de 2015

QUE VIVA VITORIA. RELATOS CORTOS (2)


   La afición deportiva de Vitoria, expectante y crítica, daba por seguro que el organizador de la velada boxística -abierta para que  un espontáneo pudiera enfrentarse a un rival acreditado-, llenaría el local, cuyo aforo era de unos mil quinientos espectadores después de colocar  sillas plegables en todos los rincones del teatro, sólo si aparecía ese valiente.
  Para sorpresa de todos, durante la tarde del miércoles, pegados con el mejor engrudo  -al estilo clásico- en paredes y  vallas, aparecieron impresos en  murales apaisados, los retratos  de ambos combatientes en traje de tarea: "El Gorila de la Jungla" (foto a la  izquierda) contra "El  Vitoriano Retana" (a la derecha). Y debajo el nombre del local, el  día y la hora del acontecimiento y un reclamo que vibraba como el sonido de un clarinete: "MIL PESETAS EN JUEGO PARA QUIEN GANE AL GORILA" "Se admiten apuestas en taquilla".
  "El Gorila de la Jungla" era un boxeador curtido, bien musculado, con cara de zorro viejo y mañas de mono resabiado; representaba al malo. "El Vitoriano Retana" iba de bueno como aficionado que militaba en los pesos medios. Despertaba las simpatías de los  que apostaron a su favor. (Lógico)
    Todos los elementos favorecían la atención del público y pese a las limitaciones económicas de los aficionados al deporte, se agotaron las entradas.
    El espectáculo estaba anunciado para el sábado después de cenar: once de la noche. Lleno el local, resueltos los combates de rutina,  preparados y cubiertos con sendos y  vistosos albornoces, aparecieron los contendientes del combate estrella por una puerta del fondo, haciendo juego de brazos y dando puñetazos al aire, mientras avanzaban hacia el escenario. Los berridos de ánimo y los aplausos  se confundían con el himno a "Celedón", personaje mitológico festivo que en Vitoria estaba  ya a punto de subir al cielo, para bajar todos los años en las fiestas de la  Blanca.
    Los rivales se saludaron y escucharon las  recomendaciones del árbitro. Iba a empezar el combate.
Ambos luchadores se acercaron con cautela. "Segundos fuera", sonó el gong y alzaron los puños..
   Un silencio sepulcral se adueñó del recinto.
(Continuará)

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