miércoles, 13 de mayo de 2015

QUE VIVA VITORIA.RELATOS CORTOS ( y 3)

    Los dos boxeadores quedaron frente a frente, sus puños enguantados cubriendo la cara, la mirada atenta,   juego de piernas incansable,  mente despierta. "El Gorila de la Jungla" se adelantaba con instinto agresor,  pero "El Vitoriano Retana", uno noventa de estatura, brazos largos, mantenía alejado al "Gorila" mientras se sentía observado. Pero a la par, él fraguaba en su mente la forma de machacarle con  el puño la quijada:  un gancho de  derecha,  que lo asara en frío, podría ser demoledor.
    Retana midió la longitud de su brazo: era superior en un palmo al de su contrario. Ideó un golpe al hígado para que su contrario bajara los puños en un gesto instintivo de defensa; en ese momento, amagaría con la izquierda y,  por el hueco, y solidificaría un gancho de derecha en pleno arco mandibular.
   Visto y no visto: El Gorila sintió la acometida, puso los ojos en blanco, se le iba la cabeza, perdió el control, se flexionaron sus piernas y cayó al suelo como un gusarapo dormido. El arbitro empezó la cuenta y culminó su tarea dando por ganador a Retana.
    Los espectadores se sintieron defraudados y al son de "tongo", "tongo", "tongo", repetido a gritos y unánimemente, dirigiéndose al árbitro, hicieron que éste, con el miedo en el cuerpo, hiciera mutis por el foro
    Retana pensó: Se deduce que esa mayoría que grita apostó a que yo perdía. Se sienten defraudados. Soy el causante de todo. ¿Cómo escapo de esta encerrona?
   -  Hay que llamar a los "guardias de asalto", gritó uno de los jueces de la pelea.
   Los "guardias de asalto" era un cuerpo de seguridad inventado por los republicanos. La gente, en plan cachondo, les cantaba; "Mamá yo quiero ser/guardia de asalto/ no quiero trabajar/porque me canso./Sesenta duros dan y una pistola/y una  porra de goma de estira y toma".
   Vinieron los guardias y se armó -como se decía entonces- la de Dios es Cristo.
   Retana, autor de un azaroso gancho, no se atrevió en meses a darse a ver en  las calles céntricas y más animadas de Vitoria. Por allí paseaban sus víctimas. Andaba escondido. Esto le ayudó a terminar
la carrera de perito agrícola. Tuvo un final feliz: se casó con una viuda adinerada. Dejó el boxeo, porque según decía, vio la luz cuando, con las porras desenfundadas, los guardias de asalto arrearon estopa a media noche en el centro de Vitoria.
   FIN

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