viernes, 15 de mayo de 2015

APÓSTOLES SECTARIOS

   Me valgo de la palabra "apóstol" en su acepción número cinco: "Propagador de cualquier género de doctrina importante".
   En este tiempo, días de elecciones, los apóstoles de los distintos partidos políticos se sueltan la melena y en tono desgarrado, con firmeza, sacando pecho, nos dan sus bendiciones, aseguran nuestro futuro y nos prometen días de felicidad, eso sí, siempre y cuando el voto que vayamos a introducir en la urna, sea para ellos.
   Yo también voto, pero no por lo que dicen ni por lo que hacen los  políticos -salvo muy contadas excepciones- sino para evitar un mal mayor. Voto  -con arreglo a mi leal saber y entender-  al menos malo.
   Tengo conciencia de que este proceder crea tristeza -votar a un partido porque si ganan los otros todavía sería peor, es penoso- y sé que mi manera de proceder pone en entredicho al sistema democrático que, como dijo el clásico, es malo pero, sin duda, el menos malo entre los que  fueron ensayados en el planeta Tierra.
    Un panegirista de reciente promoción, poseedor de verdades etéreas, de la escuela cínica  y seguro de si mismo, va por los pueblos de España defendiendo los Derechos Humanos, por todo programa, y entre ellos "la escuela pública". ¿Tiene cara de hormigón armado? No. Sabe que está ofreciendo, bajo la máscara de los Derechos Humanos, una versión populista de su invención: la escuela pública, como prototipo de enseñanza asequible para el pueblo llano, frente a la enseñanza privada de los pudientes.
   Los Declaración de los Derecho Humanos indica que la enseñanza elemental ha de ser gratuita, pero no habla de escuela publica. Y sobre todo da derecho preferente a los padres para  escoger el tipo de educación que quieren para sus hijos. Y eso no se ofrece en la escuela pública española (incluidas Cataluña y Vasconia).
   El político al  que aludo, además de apóstol es sectario. Por eso, pese a la tristeza que siento,  votaré al menos malo; nunca a este prójimo ni a su secta.

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