viernes, 8 de mayo de 2015

LA HUELGA COMO DEPORTE

    Los inventores de la huelga trataron, sin duda, al organizarlas, de castigar a los causantes de injusticias graves, sufridas por los más débiles en beneficio de una minoría de explotadores aprovechados.
   Hay que leer las circunstancias que dieron pie a conflictos laborales durante la revolución industrial (siglo XIX en España),  cuando las diferencias entre un peón y un burgués eran casi las propias de un esclavo respecto a  su amo.
   Mucho más tarde las huelgas no pudieron rehuir un contenido político  y para conseguir  eficacia reivindicatoria frente al autor o autores de la injusticias,  se machacaba a  personas inocentes,  tal que a los viajeros tras un paro de trenes organizado en los días de más demanda viajera.  No se castigaba al autor o autores de la injusticia, sino al pueblo,  para que se enteraran los políticos de lo caro que puede salir un peine. Así fue la ya olvidada huelga de los controladores aéreos, hasta que al Gobierno de turno se le hincharon los ganglios seminíferos, declaró el estado de excepción y  arreglo la  cosa de una vez para siempre.
   No sé por qué  me huelo que los futbolistas y alguno de sus dirigentes, -forrados  como están- han elegido un camino equivocado, porque muchos (gente que malamente cubre gastos; no digo los que pasan mayores necesidades)  se preguntarán: ¿Pero qué quieren los futbolistas, siendo, como son,  de los pocos que viven a pierna  suelta en  un país lleno de pobres y además sin trabajo?   Es normal que los profesionales del balón de alto copete reclamen justicia,  pero, por vergüenza de la buena, no parece que concilien bien el espíritu deportivo del que alardean públicamente los tales deeportistas, con la convocatoria de huelgas propias de obreros verdaderamente maltratados de por vida.
    Da no se qué  desearles  que se les autorice holgar, para ver la reacción del paisanaje ante tamaño desafuero.

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