miércoles, 20 de mayo de 2015

A LA REMANGUILLÉ

   Dice un refrán gitano que "entre calé y calé no hay remanguillé". "A la remanguillé" es una locución que define un estado de cosas desordenado  o impreciso, según la RAE. Si se observan bien las promesas de los políticos en campaña electoral, advertiremos que  las sueltan a la remanguillé, alborotadamente y sin precisar su alcance; es decir, cuánto nos van a costar y quién va a correr con el gasto.
   Las buenas intenciones de un político que quiere conmover a las multitudes, están  por verse. Se da por valor entendido -tal y como dijo un acalde de Madrid, intelectual y socialista- que "es cosa sabida que las promesas electorales se hacen pero no se cumplen". Pero las masas tienen tragaderas de dimensión incalculable, hasta comulgar con ruedas de  molino.
  Uno de los sonsonetes más repetidos, no sin ironía, es el de asegurar a todo inmigrante eso que llaman la medicina universal, algo que ni siquiera tienen garantizado  los nativos, como ha sucedido en más de una ocasión, porque la técnica sanitaria avanza, es muy costosa y no hay dinero para tanto como se necesita para los de casa.
  El grave problema que trae consigo la emigración, es la pobreza,  que incorpora al país receptor. Pobreza que no se puede testimoniar, porque aunque nadie la quiere,  si uno lo pone de manifiesto, termina por ser tachado de "facha", "racista", "genocida" y cosas, por este estilo.
  Es muy prometedor igualar por arriba, reconocer derechos sin imponer deberes, dar mucho a cambio de nada. A renglón seguido vienen las crisis y nos igualamos, es cierto, pero bajando escalones. ¡Con lo que cuesta subir un peldaño!
  ¿Entonces que hacemos? ¿Dejar en la puñetera calle a toda esta gente que viene sin nada?
   No ese mi deseo. Pediría más bien, para empezar, el estudio de una carta de derechos y otra de deberes a cumplir por todos: emigrantes y residentes.
   Redactar un programa realizable es  tarea de un político y no la de prometer lo que no puede dar.

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