viernes, 22 de mayo de 2015

EUROPA ANTE LA INMIGRACION

     La Unión Europea ha regulado en alguna medida los movimientos migratorios que afectan a los países que la integran, pero esto no ha impedido que, por separado, las  naciones más desarrolladas de esa Unión hayan puesto límites  a los recién llegados para acogerse a ciertos beneficios sociales, si es que  no encuentran un puesto de trabajo en el plazo de seis meses. Pasado ese tiempo lo devuelven a su país de origen.
     El país receptor tolera al emigrante siempre que con su trabajo contribuya a sostener  la asistencia social de todos. Si no trabaja, no interesa, a no ser que llegue como turista. El turista  ha de acreditar que cuenta con medios suficientes para llevar esa vida o, si no,  lo consideran extranjero "sin papeles". Ya sabemos lo que eso significa.
    Ahora bien, estas corrientes migratorias intereuropeas,  no generan problemas tan graves como las que avanzan sobre la Europa unida desde otros continentes.
    ¿Qué pasa entonces? Por razones humanitarias hay que darles acogida a los que huyen y por tanto una mínima asistencia social. A tal  fin, a cada país de la UE, se le ha asignado un cupo de inmigrantes y la atención que reciban dependerán de factores que aún no se pueden precisar. En resumen, una forma aleatoria de enfocar un problema de muy difícil solución.
    A esta "parida", -repartir el problema entre países varios- añaden otra: la de poner puertas al campo o al mar. Lo importante es, en consecuencia impedirles el paso aun que se sepa de antemano que, desde sus orígenes, las masas humanas siempre se movieron en busca de mejores condiciones de vida y no hubo quién pudiera frenarlas en tal intento.
    ¿Tanto cuesta detenerse a pensar que la solución hay que llevarla a los países de donde son  originarios los  que huyen?
    Por lo visto, no interesa.

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