Con los partidos políticos no sucede lo mismo. Para iniciarse en las prácticas democráticas, tras el franquismo, les hacía falta dinero y los tales partidos españoles -unos recién paridos y otros llegados tras su travesía por desiertos varios durante casi cuarenta años- , estaban más esquilmados que las ratas en los años del hambre. La lluvia de los primeros donativos, unos procedentes de fundaciones extranjeras y de algunos esperanzados negociantes -según decían-, y otros de créditos bancarios abiertos con cierta tolerancia de riesgos, quedó convertida en publicidad chillona en menos de tres meses. Y otra vez vuelta a empezar.
El caso es que los amos de los partidos no tenían ni la mínima idea de qué era eso de la pobreza conventual, y se echaron a vivir a cuerpo de rey. Todas las ayudas publicas las fundían como si fueran cera, los créditos iban a su aire, las deudas crecían y claro, al fin el que pone el dinero manda y el partido se pudre. Como decía aquel niño de Madrid, por haberlo oído de sus padres, "un partido político pringado es una mierda "pinchaita" en un palo".
Así se pusieron las bases de la corrupción política y por muchas vueltas que demos a la cosa, o se cambian las reglas del juego y la disciplina de los árbitros, o todo seguirá igual porque con lo que hay, no les llega.
Hay que tener menos políticos, exigirles un "currículum vitae" de pistón, pagarles un alto salario, porque nos va mucho en ello, con dedicación exclusiva de la buena y obligarles a mantener un depósito personal que nos garantice a los contribuyentes, ante cualquier veleidad o pecadillo en el puntual rendimiento de cuentas, tanto suyas como de los organismos o personas bajo su influencia.
Todo lo demás son ganas de perder el tiempo y el dinero. Lo que sobran son malandrines. Pero no se preocupen: aunque estén de acuerdo, nadie nos hará caso.
El caso es que los amos de los partidos no tenían ni la mínima idea de qué era eso de la pobreza conventual, y se echaron a vivir a cuerpo de rey. Todas las ayudas publicas las fundían como si fueran cera, los créditos iban a su aire, las deudas crecían y claro, al fin el que pone el dinero manda y el partido se pudre. Como decía aquel niño de Madrid, por haberlo oído de sus padres, "un partido político pringado es una mierda "pinchaita" en un palo".
Así se pusieron las bases de la corrupción política y por muchas vueltas que demos a la cosa, o se cambian las reglas del juego y la disciplina de los árbitros, o todo seguirá igual porque con lo que hay, no les llega.
Hay que tener menos políticos, exigirles un "currículum vitae" de pistón, pagarles un alto salario, porque nos va mucho en ello, con dedicación exclusiva de la buena y obligarles a mantener un depósito personal que nos garantice a los contribuyentes, ante cualquier veleidad o pecadillo en el puntual rendimiento de cuentas, tanto suyas como de los organismos o personas bajo su influencia.
Todo lo demás son ganas de perder el tiempo y el dinero. Lo que sobran son malandrines. Pero no se preocupen: aunque estén de acuerdo, nadie nos hará caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario