Un
tema interesante: las negras perspectivas de futuro, ante la arriesgada
secesión de Cataluña, para las grades empresas afincadas en ese territorio.
Es algo que apenas
preocupa a los que defienden y dirigen
la secesión. No son gentes acostumbradas a valorar la gestión de las
fuentes de riqueza; más bien propenden
al derroche porque los políticos, en gran medida y salvo excepciones, están habituados a
tirar con pólvora del rey.
Nada más triste que ver y oír a
través de las pantallas de televisión cómo los más sedicentes politólogos,
propugnan la tesis de que los pueblos y sus gobernantes no pueden ir contra los designios de la historia. ¿Qué designios?
Sustentan que en el Mundo está en marcha un
movimiento creativo de pequeñas repúblicas independientes, titulares de una
soberanía de la que hoy carecen. Lo curioso es que al mismo tiempo defienden la integración de estas pequeñas
y nuevas naciones en unidades superiores en tamaño y población; es el caso de Cataluña cuyos independentistas claman por mantenerse en la UE, de la que serían desgajados al lograr la independencia.
Esto sucede cuando esa Europa
unida está pasando por serias dificultades y cuando para salvarlas va a tener
que recurrir al ejercicio de competencias de amplio espectro, en detrimento de la soberanía ejercida
por los países que la integran.
Muy al contrario de lo que vocean
los soberanistas radicales de pequeños territorios, los designios de la historia van por la vía de la
agrupación, más acentuada cada día, de pequeños países en grandes
organizaciones que tengan algo que decir y defender desde su importancia y tamaño, en esta fase de globalización que
vivimos.
No hay peor progresista que aquel
que vive empeñado en adoctrinarnos –como si fueran una bendición- con teorías
regresivas.
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