domingo, 19 de octubre de 2014

AUSTERIDAD, DIVINO TESORO


     Como a millones de españoles, me tocó convivir la austeridad de la postguerra. La resumo en dos realidades básicas: hambre y frío.  Éramos pobres, inmensamente pobres, y para más vergüenza tratábamos de aparentar lo contrario. Las gentes de hoy saben  sacar chispas a un telefonillo móvil, pero ignoran el significado de estas dos palabras unidas: pobre vergonzante. Pues bien, España se llenó de pobres vergonzantes. Esto no quita  para que unos pocos ricos vivieran las delicias de Capua, metiendo la mano y pasándose las leyes por la entrepierna. Sólo que entonces no se podía protestar.
     Pero vean con que facilidad se pasa de la austeridad masiva al consumismo y como se multiplican los latrocinios  bajo el palio de la sacrosanta democracia,  propicia en confiar a sus jerifes y tiranuelos las tres llaves que, desde tiempo inmemorial, eran necesarias para abrir las arcas del tesoro público.  Tres llaves en manos de tres responsables que, si no vivían en la misma cueva,  -la de Alí Babá- les era difícil  ponerse de acuerdo para apoderarse de los ahorros aportados gracias al duro sacrificio de la plebe.
     Los teóricos de la economía  sostienen que para salir adelante y superar la crisis, hay que forzar el consumo, forma de crear puestos de trabajo y elevar el nivel de vida del pueblo fiel. Yo no lo discuto, por ser lego en la materia. Pero mi experiencia personal me indica que, si yo freno el gasto innecesario o  inútil,  es decir siendo austero,  a nada que sepa ingeniármelas  me libro de deudas y soy más libre.
     Les advierto que el "yo" que  me aconseja austeridad es mi mejor amigo y debo hacerle caso. Además, si  la generalidad del pueblo pensara de tal forma y las tres llaves de las arcas del tesoro estuvieran en buenas manos, podrían cambiar muchas cosas en pocos años, a nada que las mayorías se aliviaran de zánganos y de chorizos.

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