lunes, 13 de octubre de 2014

EL DINERO DE NADIE

     Aquella inefable ministra de Cultura, doña Carmen Calvo, nos asombró un buen día sosteniendo que el dinero público no es de nadie.  Para esta personalidad del PSOE era un valor convenido, algo que imprimía carácter a ese dinero sacado de las entretelas del sufrido contribuyente. Era dinero que, al ingresar en las arcas del Estado (y el Estado empieza en la más pequeña junta vecinal),  se transmutaba: pasaba de ser de alguien, a (no) ser de nadie.
     Todo el que tiene a su alcance ese dinero puede,  en  consecuencia,  meter la  mano en el cajón impunemente y pringarse hasta las cejas, ya que aquí, en esta España de nuestros sinsabores,  desde los tiempos  de Monipodio  (era cervantina), no se ha hecho otra cosa, salvo en contadas  excepciones que confirman la regla.
      Y la fiesta sigue: después de haber puesto al aire las vergüenzas de Caja Madrid (que fue nacionalizada) nos anuncian que seguirán las investigaciones con otras entidades que también fueron rescatadas, para evitar su quiebra, con dinero público; es decir del sufrido contribuyente que es quién al fin ha pagado los vidrios rotos.
      Como compensación, estamos de enhorabuena. Una nueva fuerza política está ya en marcha con criterios renovadores y abundantes dosis de lejía. Si alcanza el poder,  va a dejar la piel de toro más limpia y brillante que la patena ( popular  cita al uso).
      El peligro de esta promesa  está en que los partidos políticos no roban. Los ladrones viven entre  las personas que los integran. Y las tales, las del gremio,  ya han tomando posiciones para estar cerca de la caja de caudales del nuevo y posible administrador del dinero de nadie.
     Las personas solo cambian su forma de ser  en la escuela o en la cárcel. Las primeras -dicen- están entre las últimas de la OCDE; las segundas, llenas hasta los topes.
¡Ya me dirán!

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