martes, 30 de septiembre de 2014

LOS HOMBRES Y EL SISTEMA

   Imaginemos dos centros de enseñanza, en un mismo país, funcionando bajo las mismas leyes. Uno de ellos con buenos profesor, con un alumnado convencido de que ha de trabajar y ser responsable y una sociedad en su entorno que comparte los mismos valores.  El otro colegio atiende a una muchachada   indisciplinada que se siente encerrada en una cárcel con pupitres, con profesores desmotivados que y que, para más incordio, viven en un entorno social de rebeldía manifiesta.
   Los resultados se pueden deducir sin gran esfuerzo por parte del lector.
   A la vista de algo parecido, suele salir a relucir la buena voluntad de prudentes y satisfechos varones (o damas) que sentencian: hay que reformar la legislación.
   Sí; puede que sí. La reforma puede ser necesaria, pero para cortar por lo sano. O sea para corregir los malos hábitos de quienes obran por ignorancia o mala voluntad contra lo que es bueno para la mayoría.
   En España hay que reformar las leyes, también la Constitución, pero no tanto para otorgar confianzas y competencias, como para corregir defectos sociales. Es decir, una legislación  que haga inviable que nuestro país sea una cueva de ladrones, un patio de Monipodio, una casa de lenocinio...
   Usted pide -dirán algunos- que vuelva el Dictador.
   No mi amigo, no se confunda. Estando de paso en una ciudad europea de un país democrático por excelencia, se montó en plena calle una escena lamentable que prefiero no describir. En cinco minutos apareció   una furgoneta con varios números de su policía local y sin decir palabra  detuvieron  a los protagonistas del desafuero cívico y en cinco minutos hicieron mutis por el foro con los infractores dentro del vehículo. Todos nos sentimos aliviados. Hubo aplausos.
    Algo así deberían recoger las leyes a reformar, para limpiar España de gandules,  pícaros, desleales,  indocumentados y dados al birlibirloque en las esferas oficiales.
Más que cambiar de leyes, estamos necesitados de que cambien los hombres (y las mujeres). No todos, pero si una buena parte. Con otro género humano España sería bien distinta, incluida la adelantada Cataluña.

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