El nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, más pesado que el plomo, no cesa en su pertinacia: "Tenemos que superar el descontento de los nacionalistas catalanes y vascos pactando una nueva estructuración autonómica que tenga un carácter federativo; para ello hay que reformar la Constitución, pero el inmovilismo del PP impide que avancemos por esta tercera vía".
La sola formulación de este plan no deja de ser un dislate, o sea un disparate. ¿Por qué? Porque una "federación" se alcanza cuando los territorios miembros que se federan, renuncian a una parte de sus competencias soberanas en favor de un poder central resultante, más fuerte y poderoso que cada uno de los federados. ¿A qué competencias renunciarían los nacionalistas catalanes o vascos?
Además, para que haya equidad, a cada uno de los miembros federados se le reconocen los mismos derechos y deberes, cosa que hoy no sucede en beneficio de Cataluña y Vasconia.
A este concepto federativo, el socialista Maragall, le añadía un adjetivo y buscaba la entente con una fórmula novedosa: el federalismo asimétrico, que es algo así como asar la manteca.
El federalismo normal no lo quieren los nacionalistas, porque ellos se sienten soberanos, y ¿para qué andar con términos medios, con federalismos asimétricos y garambainas que además serían rechazadas por las CC.AA. perjudicadas? La solución - para, los nacionalismos - está en la independencia que otorga soberanía a un territorio y al pueblo que lo habita. Con esa soberanía -dicen los independentistas-haremos luego lo que más nos convenga.
Si los tales secesionistas aceptaran una solución federal, no se engañen, sería un paso adelante, pero nada más. Sería volver a usar la táctica ya empleada al asumir la autonomía: lo hicieron sin renunciar al presunto derecho a la soberanía de sus respectivos pueblos, por aquello de que todo es bueno para el convento...
Por eso, el PP, está diciendo, "esta es la ley y sobre ella podemos dialogar, pero sin quebrantarla. Y, claro está -siguen diciendo- no nos oponemos a modificar la Constitución, pero el derecho a decidir es de todos los españoles".
Pura lógica. La Constitución fue aprobada por catalanes y vascos, por gran mayoría, a finales de 1978. La Constitución viene siendo ratificada por todos los electores y elegidos que se van sucediendo a lo largo del tiempo, sabiendo que, al votar o ser votados bajo las pautas en ella recogidas, implícitamente legitiman ese texto legal.
Para ir contra la Constitución de forma seria, ejemplar y consecuente, lo prudente sería no acatarla en el plano político, tal y como hacían los nacionalistas durante el franquismo respecto a las leyes electorales emanadas de la Dictadura. Esto supondría no presentarse a elección alguna convocada al amparo constitucional.
No se puede negar que los nacionalistas son temerarios, cuando asumen lo que les conviene de las leyes vigentes en España, y las arrinconan cuando no interesan o van contra sus ideales o intereses. Tampoco se puede negar que los constitucionalistas consienten este estado de cosas y actúan como los tontos útiles que decían los clásicos.
¡Y así nos va!
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