lunes, 22 de septiembre de 2014

EL FEDERALISMO SIN SENTIDO

     El nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, más pesado que el plomo, no cesa en su pertinacia: "Tenemos que superar el descontento de los nacionalistas catalanes y vascos pactando una nueva estructuración autonómica que tenga  un carácter federativo; para ello hay que reformar la Constitución, pero  el inmovilismo del PP impide que avancemos por esta tercera vía".
     La sola  formulación de este plan no deja de ser  un dislate, o sea un  disparate. ¿Por qué? Porque una  "federación" se alcanza cuando los territorios miembros que se federan,  renuncian a una parte de sus competencias soberanas en favor de un poder central resultante, más fuerte y poderoso que cada uno de los federados. ¿A qué competencias renunciarían los nacionalistas catalanes o vascos?
    Además, para que haya  equidad, a  cada uno de los miembros federados se le reconocen  los mismos derechos y deberes, cosa que hoy no sucede en beneficio de Cataluña y Vasconia.
    A este concepto federativo, el socialista Maragall, le añadía un adjetivo y buscaba la entente  con una fórmula novedosa: el federalismo asimétrico, que es algo así como asar la manteca.
    El federalismo normal no lo quieren los nacionalistas, porque ellos se sienten soberanos,  y ¿para qué andar con términos medios, con  federalismos asimétricos y garambainas que además serían  rechazadas  por las CC.AA. perjudicadas? La solución - para, los nacionalismos - está en la independencia que  otorga soberanía a un territorio y al pueblo que lo habita. Con esa soberanía -dicen los independentistas-haremos luego lo que más nos convenga.
   Si los tales secesionistas  aceptaran una solución federal, no se engañen, sería un paso adelante, pero nada más. Sería volver a usar la  táctica ya empleada al asumir la autonomía: lo hicieron sin renunciar al presunto derecho a la soberanía de sus respectivos pueblos,  por aquello de que  todo es bueno para el convento...
   Por eso, el PP, está diciendo, "esta es la ley y sobre ella podemos dialogar,  pero sin quebrantarla. Y,  claro está -siguen diciendo-  no nos oponemos a modificar la Constitución, pero  el derecho a decidir es de todos los españoles".
   Pura lógica.  La Constitución fue  aprobada por catalanes y vascos, por gran mayoría, a finales de 1978. La Constitución viene siendo ratificada por  todos los  electores y elegidos que se van sucediendo a lo largo del tiempo,  sabiendo que, al votar  o ser votados bajo las pautas en ella recogidas,  implícitamente legitiman ese texto legal.
   Para ir contra la Constitución  de forma seria,  ejemplar y consecuente, lo prudente sería no acatarla   en el  plano político, tal y como hacían los nacionalistas durante el franquismo  respecto a las leyes electorales emanadas de la Dictadura. Esto supondría  no presentarse a elección  alguna convocada al amparo constitucional.
   No se puede negar que  los nacionalistas son temerarios, cuando asumen lo que les conviene de las leyes vigentes en España, y las arrinconan cuando no interesan o van contra sus ideales o intereses. Tampoco se puede negar que   los constitucionalistas consienten este estado de cosas y actúan como los  tontos útiles que decían los clásicos.
   ¡Y así nos va!

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