Los secesionistas catalanes nunca se conformaron con manifestar su deseo de constituirse en nación independiente con su correspondiente Estado.
A sus deseos expuestos en público con cierta diplomacia y promesas pacíficas, estos secesionistas han correspondido con una actividad claramente orientada a un fin: ponerse a funcionar, desde que se les otorgó la autonomía, como una nación emergente para lo cual fueron creando, hasta donde pudieron, los departamentos y servicios propios de un Estado soberano.
Hasta donde pudieron, -porque, claro está, no era fácil crear un ejército para los tales secesionistas en el poder en Cataluña; pero si le dieron al manubrio creativo, y ahí tenemos, por ejemplo, un servicio exterior a modo de embajadas, o un departamento de educación que va por libre, o una legislación mercantil que prohíbe anunciarse en castellano; y pudieron ejercer otras actividades, que son muchas, con singularidad manifiesta, tal que un Estado, sin dar cuenta de cómo funcionaban.
En Cataluña son muchos los que creen que España es un país que los tiene colonizados por la única razón de la fuerza, y el suyo, Cataluña, otro muy distinto con derecho a ser soberano.
Esta teoría ha sido largamente razonada durante años, sin que, en honor a la verdad, desde el resto de España se diera la respuesta dialéctica correspondiente. ¿Responsables? Todos los Gobiernos de España que se han ido sucediendo desde que se aprobó la Constitución vigente.
Hasta que por fin -retóricas aparte- los secesionistas han decidido unilateralmente la celebración de un referéndum y se han puesto sin reservas al servicio de la causa independentista.
Con lo cual el Gobierno de España si no se moja, si no baja a la puñetera calle a defender la ley, tendrá que cargar con la paja meada, obsequio de los independentistas catalanes. Les ha llegado la hora de la verdad
¡Ahí te quiero ver, escopeta!
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