lunes, 1 de septiembre de 2014

DESPUÉS DE LAS VACACIONES

    Vacaciones: una parada para tomar aire, un respiro para seguir por el  camino con  la oscura desbandada que formamos hacia un final irremediable.
    Siendo así, a fuer de avisados,  podríamos estar de acuerdo en lo básico, en lo que a todos importa. Y  de paso, ser más condescendientes.
    El  bípedo  implume, única especie animal  que se vale del don de la palabra, podría expresar sus ideas y sentimientos  para hermanar;  pero  usa este privilegio, el verbo,  para instigar la envidia, la maldad, el descontento...
    España no es un país en crisis; la crisis ya pasó. Ahora padecemos los efectos de esa crisis, como después de una guerra se viven los efectos de esa guerra. En ambos casos  nadie gana. No por igual, pero todos perdemos.  Todos  somos más pobres, salvo contadas excepciones.
    Los  analistas del pasado no aciertan a -o no quieren-  saber  quiénes nos trajeron la crisis y por qué; ni sabremos  quiénes han terminado por beneficiarse de esta situación.
    Ambas cosas piden un examen sereno, desapasionado, frío, justo. Algo que no pueden hacer los falsos políticos; mucho menos cuando se presentan como lo que no son: falsos políticos que actúan como economistas, o sociólogos;  como profesores, periodistas o politólogos;   como curas y hasta  monjas redentores (como la argentinita de la toca).
  El examen ha de hacerlo cada uno  con arreglo a su  leal saber y entender, como si tratara de emprender un negocio, o de poner los medios para sanar a un enfermo, o -bien mirada la cosa- de ganarse el sustento de cada día en beneficio propio y ajeno. Y sobre todo, desconfiando de los que compran votos o  prestan favores con los dineros  públicos, que son de todos.
    Esto,  que no es poco, nos lleva a no tropezar en la misma piedra del mismo camino dos veces, o más.

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