No se alarmen, porque Franco también es historia. Estará ahí, se quiera o no, y tampoco nos conviene permanecer ciegos y sordos ante la dura realidad.
No se negará que la derecha española se tiró de cabeza en la piscina democrática, con Adolfo Suárez ministro de la cosa, a riesgo de ser tildada de franquista o de fascista. No era eso lo malo; lo peor resultaba ser que esa derecha estaba inerme: carecía de argumentos para quitarse el sambenito. Y pasó a ser demócrata con un complejo de inferioridad elefantiásico
¿Que había pasado?
Muy sencillo dentro de una gran complejidad: Franco, en plena guerra, puso blanco sobre negro el decreto de unificación porque los partidos políticos, todos, le daban diarrea. Tenia sus razones y esto le ayudó a ganar la guerra
Pero perdió la paz. Mientras las izquierdas y los separatismos se entrenaban y encabritaban en la oposición clandestina, la derecha se, adormiló bajo un cómodo lema que lo explica todo: peor sería no verlo ni tener con que hacer pis.
Nadie sabe qué habría pasado si, por los años sesenta y coincidiendo con el desarrollo económico, se hubiera ensayado una apertura democrática con partidos políticos incluidos, paso a paso por supuesto pero auténtica. Nadie lo sabe; pero es casi seguro que las derechas y las izquierdas estarían más entrenadas para entenderse que lo están hoy, cuando tanto se necesitan aunque no lo quieran ver.
Así es la vida.
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