viernes, 19 de septiembre de 2014

LA REINDUSTRIALIZACION DE ESPAÑA

    Acabo de escuchar con la mayor atención al Sr Sánchez, Secretario General del PSOE, las respuestas que ha dado en la COPE  al director del programa  Sr. Expósito.
Es una maravilla que hablara desde el que podríamos llamar templete del triunfo, como si fuera a gobernar pasado mañana lo más tarde.
    Por supuesto, nada que oponer a su política social: que todo el  mundo gane lo suficiente para comer con los suyos y darles un cobijo digno. Estoy seguro de que a estos propósitos los suscriben una mayoría abrumadora de españoles. Buen principio para la captación de votos.
    ¿Pero de donde saca, p'a tanto como destaca?
     Nos dice que lo va sacar de la reindustrialización de España.
     Verán: me tocó seguir  de cerca la rápida industrialización de mi pueblo, Vitoria, en la década de los cincuenta.
     Vitoria era (y es) una bonita ciudad anclada en una llanura, en la que coincidieron tres factores que ahora no se dan: Un Alcalde  -por cierto olvidado- que habilitó dos zonas industriales en las que ofrecía terrenos para asentar industrias a precios óptimos, una Diputación Foral con régimen fiscal concertado que redujo impuestos en favor  de las  nuevas empresas, y dos escuelas  de formación profesional que, desde los  años cuarenta, prepararon varias generaciones de  auténticos artesanos en el ramo siderúrgico. Los empresarios  vinieron como moscas a la miel.
     Las ganas de trabajar de todos se daban por descontadas, los salarios no eran excesivos,  la paz social estaba garantizada y las ventas también, porque la política autárquica del Gobierno tenía cerradas las fronteras a cualquier producto que se fabricara en España  por malo que fuera.
     Hoy, con todas esas circunstancias vueltas del revés, eso no puede ser. Tendrían los empresarios que fabricar virgos de artificio (alguna novedad vanguardista) para abrir mercados en todo el mundo y luego ya hablaríamos.
     Solo nos queda contar con la iniciativa del pequeño empresario, pero a ése lo tenemos olvidado y cuando no, lo   asamos a tributos y gabelas.
     ¡Otra vez será, Sr, Sánchez! Por ahora está muy verde el cañaveral para hacer virguerías.
    

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