miércoles, 30 de julio de 2014

EL HONOR DEL HONORABLE.


  
   Sin duda conviene recurrir al diccionario para ver cómo el uso reiterado de un vocablo de forma inapropiada, hace que no se valore  en su verdadera  dimensión su real significado..
   Un ser honorable es el que sirve  a los demás con honor. Según la primera acepción del diccionario de la RAE, es aquel que   se distingue por el ejercicio de la "cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo".
   La política española -y Cataluña hoy por hoy es España- está plagada de hechos deshonestos por una sencilla razón: los elegidos o designados para cargos públicos, unos por omisión otros por acción, están intrínsecamente enredados  en la corrupción generalizada, porque unos y otros -casi todos-  dejan de ejercer  sus deberes: cumplir y hacer cumplir la ley.
   "Es que yo no lo sabía" y ese "yo"  no tiene noticia (o no le interesa tenerla)  de que  existen   instrumentos y organismos de vigilancia, que harían muy difícil que los honorables perdieran su honor.
    En la actualidad,  por incuria (al parecer) esos organismos están oxidados, obsoletos o arrinconados; y  no funcionan como es debido. En nuestro caso -.entre otros-  el Tribunal de Cuentas  al que el artículo 153  Constitucional tiene confiado el control de la actividad correspondiente a  los órganos de las Comunidades Autónomas.
    ¡Y luego hablan de reformar la Constitución! ¿Para qué? Lo que habría de hacerse es cumplirla.
    En España -dicho tantas veces que aburre-, la política ha de ir por delante de la economía. Nada más rentable en la patria nuestra que un Tribunal de Cuentas que funcionara  como es debido. ¿O es que no se quiere que actúe a tiempo?

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