martes, 22 de julio de 2014

NO HAY SOLOMILLO PARA TODOS.

    Los políticos, como  los futbolistas de equipos pobres,  tienen figura pero fallan por falta de profesionalidad. Y ¿qué pasa? Que aciertan  una vez, se sienten  ufanos y se van por los pueblos a dar lecciones y a mendigar primas (o votos).
   Les ha salido un  grano a muchos políticos al enfrentarse con Pablo Iglesias, el de la coleta. Mientras sus rivales  dejan que la sin hueso -la suya- suelte chorradas en público,  el buen Pablo, tal que un felino depredador, espera y medita cómo hincar el diente a la víctima en la yugular, sin dar cuartos al pregonero ni respiro al degollado; o sea sin hacer  propaganda  del  adversario.
   Porque verán: nadie que vende una marca de coches habla, ni siquiera mal, de otro vehículo de la competencia; sabe que la simple cita supone un reconocimiento del rival; reconocimiento nunca agradecido  ni pagado.
   Aunque no lo quiera reconocer, Doña Esperanza -la liberal- ha hecho una propaganda gratuita de altos vuelos a Don Pablo, al que como yo, muchos, nunca votaríamos,  porque nos  recuerda aquello de que algo ha de cambiar para que todo siga igual, o peor, según se mire.
   ¿Y por qué seguiría igual?  Muy sencillo, porque diga lo que diga Don Pablo, el solomillo de la marrana es el que es  y nunca llegará para todos. Y si queremos prosperar o aumenta el número de marranas (el país se enriquece) o no hay nada qué hacer. ¿Puede un populista traer progreso a un país?  No.
    No hace falta citar nombres ni darles cancha. Basta con mirar como reparten  miseria allí donde detentan el poder.
    No se pueden meter goles al campo.
   

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