sábado, 26 de julio de 2014
LA PROSTITUCIÓN EN ESPAÑA.
Este es un tema infravalorado entre los de carácter humano que tanto preocupan en sectores, o colectivos -- como dicen los muy modernos --, a los que se supone un gran corazón y un no menor sentido solidario, bajo cuyo paraguas son capaces de protestar contra tirios y troyanos y de poner a los culpables contra la pared, de espaldas, para darles el merecido castigo.
Verán: en España salvo cuatro benditos espontáneos que hacen aisladamente lo que pueden para mitigar los efectos de esta lacra social, nuestros políticos, pese a sentirse redentores de tanto desafuero -- lo mismo desde la derecha como desde la izquierda; vamos a ser bien pensados --, no han dado un palo al agua para erradicar la prostitución.
En Suecia, donde la endemia está controlada y se ha visto reducida eficientemente, empezaron por sincerarse, para lo cual llamaron a las cosas por su nombre; algo que en España no gusta ni a los curas, ni siquiera a esa monjita, argentina de origen, de lengua suelta y desparpajo oral, un tanto dada al cotorreo televisado (cotorrear, hablar con exceso y con bullicio -RAE).
Empezaron los suecos por considerar que la prostitución es un aspecto de la violencia masculina ejercida contra mujeres, niñas y niños. Así de claro.
Esto condujo a reconocer oficialmente que la prostitución es una forma de explotación de mujeres, niños y niñas.
Y admitida esta realidad, vino en consecuencia esta deducción: La igualdad del género humano será inalcanzable mientras los hombres compren, vendan y exploten a mujeres, niños y niñas prostituyéndoles.
Todo habrían quedado en agua de borrajas si los suecos no hubieran aprobado una ley que: a), penaliza la compra de estos servicios; y b), despenaliza la venta de los mismos.
Como cada país tiene sus intríngulis, bueno será pensar que para España no valdría la copia literal de la ley sueca. A ver si nos ayuda la argentinita de la toca, que tan bien conoce a nuestros gobernantes de centro derecha (que son los que mandan) y deja de ser España, el prostíbulo de Europa.
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