sábado, 5 de julio de 2014

EL ADOCTRINAMIENTO COMO OBJETIVO

   No quisiera herir la sensibilidad de nadie, pero pequeñas cosas reveladoras del adoctrinamiento al que nos someten los políticos y sus secuaces, me inducen a protestar educadamente.
   Mis padres me llevaron a un colegio de frailes de buen grado y con muchos sacrificios, con la idea de que fuera un hombre de provecho. Tal vez acertaron, pero la influencia beneficiosa llegó a través de mi abuelo paterno -al que no conocí- gracias a su biblioteca,  en la que me enfrasqué todo un verano. Era un hombre abierto y sus libros, de todas las tendencias, nada tenían que ver con los criterios de adoctrinamiento que regían en la enseñanza practicada por los miembros de la Compañía de María, fundada por el francés Chaminade.
   Y desde  entonces me huelo al doctrinario en cuanto asoma en mis cercanías.
    Cuando en la edad media se enfrentaban a mandoble limpio dos reyes entre sí, por ejemplo el de Castilla con el de Navarra, defendían o luchaban por intereses materiales, por su  reino, su patrimonio;  el mismo que repartían entre sus hijos a su muerte, como cualquier mortal hace con sus fincas.
    Quienes padecían esas guerras eran sus respectivos súbditos, a los que hacían pagar las hazañas reales con una doble tributación:  con dineros o hasta con  bienes  expropiados por la Corona o, lo que era más grave, con sangre y sufrimientos corporales de todo tipo, incluso pagando con su vida.
    Traducir esa realidad, como se hace en nuestros días por tantos pseudo historiadores, en una lucha entre vascos y castellanos, no deja de ser un adoctrinamiento como si el vasallaje de hace siglos tuviera  puntos de comparación  con  la realidad que hoy nos rodea.
     Son los mismos que a España la conocen por Estado español, abundando en confundir el culo con las témporas.
     ¡Qué cargantes!
   

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