domingo, 6 de julio de 2014

SOMOS MULTITUD Y ESTO NO AGUANTA.

    Perdonen si  les cuento mi vida. Tengo noventa y un años y, a los setenta, la primera angina de pecho que tuve -un apretón como si sobre mi tórax circulara una apisonadora- fue un aviso: "Pedro, prepárate, que esto se acaba". Y en esas estamos.
    He tenido que pasar por el "taller" -Don Juan Carlos dixit- varias veces y, cada vez que allí  me llevan, compruebo que el número de viejos averiados crece exponencialmente y me digo: así como vamos, esto no aguanta;  el sistema sanitario irá a la ruina.
    Confieso que soy un libre pensador -ya sé que es pecado- y me digo: ¿No les tendría mas cuenta a los que cargan con el peso de la sanidad pública -es decir a los sufridos contribuyentes-,   rescatar fetos y, a cambio, darles matarile -vía eutanasia-  a los abueletes afectados de enfermedades crónicas? Porque cada vez que muere un feto, nos viene de fuera un pobre para llenar el hueco, y si despedimos con dulzura a un ancianito, le ahorramos soledades y sufrimientos y  nos evitamos los gastos de medicina y farmacia; e "inda mais" la pensión. Lo suficiente para dar de comer a un españolito sano y en condiciones de prestar alguna utilidad.
   ¡No sea usted bárbaro; ni tremendista! - dirá más de uno - . Otra vez pido perdón. Discúlpenme. Una verdadera reforma tributaria contribuiría a primar a quienes siguen los criterios preventivos para vivir sanos y alegres muchos años, y castigaría los abusos perjudiciales para la salud: el botellón, la droga,  el putiferio incontrolado, el trabajo o el ejercicio físico hasta el desmadre... la velocidad, el atosigamiento de la ciudad, el fútbol...
   ¿También el fútbol? También. ¡No saben  el daño que hace! Es como una droga que anula el pleno funcionamiento de las células discursivas. Es como el pan y circo de Roma, eso sí, sin muertos a la vista. Aunque sea causa de muchas heridas de lenta y costosa curación. ¡Créanme!

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