martes, 15 de julio de 2014

PUEBLOS Y COSTUMBRES

    Verán: en el último encierro corrido en Pamplona con toros de Miura, hubo un herido de gravedad que salvó su vida milagrosamente. Por  lo menos esa fue la versión contada por  el  narrador  del suceso, desde una emisora de TV de ámbito nacional.
     Intervino -según este periodista- el "capotico" de San Fermín del que el Patrono se sirvió, justo en la frontera del más allá, para salvar a la víctima de la muerte debida a la furia bestial del morlaco.
     ¿Quién induce a una persona, a la que se le  supone un cierto acopio de cultura, a decir esta simpleza? Muy sencillo: la idea de quedar bien ante un pueblo -vamos a decirlo así- que ha idealizado una mala costumbre: la de excitar  a una manada de toros corriendo junto a ella ¿Qué sería de nosotros si a cada pueblo le diera  por ir al galope delante de unos elefantes, o  haciendo sudar en la carrera a los tigres, o a los lobos o cualquier otro bicho de los que acompañaron a Noé  en el arca bíblica?
      Objetivamente observada -como tantas otras tradiciones- esta carrera no es sino un alarde del disparate festivo, donde se detecta una mezcla extraña de lo popular, lo religioso, lo político y lo pánico.
     Que conste que no estoy en contra ni de los toros ni de los devotos de San Fermín. Sólo constato un hecho. No me extraña que muchos nativos huyan de esta fiesta taurina y busquen  diversión, a tono con otras  aficiones, en otros pagos.    

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