sábado, 20 de junio de 2015

TURNO INEFICAZ, DESFASADO, BOCHORNOSO Y CARO.

   Suelo escuchar los miércoles a los políticos del Congreso en su turno dedicado al control del Gobierno. A cara de perro, los llamados padres de la patria  aprovechan la ocasión para atacarse los unos a los otros a cuenta de lo malos que son en el desempeño de sus tareas. Son sesiones destructivas. Siguiendo la metáfora del bombero no hacen sino chorrear gasolina para apagar el incendio y, claro está, consiguen lo contrario.
   Tengo la impresión - dispuesto a rectificarla ante argumentos convincentes - de que tenemos unos políticos muy parecidos  a los del siglo XIX (trágala, trágala tu servilón...) cuando los problemas de nuestros días, influidos por la globalización,  necesitan  el concurso constructivo de todos. Sin embargo, pueden más las ganas de humillar al contrario; las sesiones de control terminan por ser un espectáculo vomitivo e ineficaz.
    En la época de las comunicaciones rápidas y supra continentales, los parlamentarios podrían ahorrarse el viaje y los gastos anejos valiéndose de las técnicas comunicativas internáuticas.
    Actúan como si vivieran en el siglo XIX -insisto- sin advertir que hasta  la chiquillería española se ha modernizado;  dejó hace tiempo a un  lado canicas y peonzas, para entretenerse en sus juegos  gracias a las aplicaciones lúdicas del progreso electrónico.
    Si diputados y senadores fueran lo modernos que son sus hijos o nietos, habrían actualizado sus medios de comunicación y aplicado racionalmente la moderna tecnología para comunicarse sus desagradables conclusiones,  propias de auténticos politicastros. Para insultarse, no merece la pena viajar y reunirse con lo caro que cuesta.
    Uno espera que la modernidad internaútica sirva en política para algo más útil que para ser un regalo en beneficio de  los padres de la patria: los últimos cachivaches tecnológicos que les dieron por cuenta del erario público, podrían evitarnos estas reuniones bochornosas y caras,  donde mientras unos insultan otros aplauden.
    Todo un bochornoso espectáculo, además de caro.
 

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