sábado, 27 de junio de 2015

MENTIRAS, FALSAS PROMESAS Y LATROCINIOS.

   Siendo niño, en Vitoria donde resido, podía leerse un rótulo colocado en algunos
 edificios: "Prohibido hacer aguas mayores o menores bajo la multa de cinco pesetas". De noche, un sereno se acercó a un ciudadano que orinaba en medio de una plaza: "Aquí no se  puede mear". "¿Cómo que no se puede? ¿Que estoy haciendo yo?" El agente descubrió que el infractor era un concejal; y se apartó: "Usted perdone". En su fuero interno pensó: "En lo que a mí se refiere, en lo sucesivo,  como si quieren hacerlo las monjas de clausura".
    Ya no existen esos letreros. Se ha corregido la mala costumbre,  salvo en ocasiones festivas a nada que se descuiden. El cambio no se produjo por la vía de la ley ni con multas. La educación cívico higiénica empezó en la escuela: fue lenta, como toda evolución razonada. Se funciona mejor, no por prohibición sino por convicción.
    Las aspiraciones de cambio -a mejor- es propio de todos los países y naciones del globo terráqueo. Y al olfato de algo que se intuye, los políticos  - profetas de nuestra época - saltan a la palestra a demostrarnos su capacidad para promover  el milagro: para ellos el cambio prometido ha de ser prodigioso, algo así como volver a una nueva  especie de paraíso terrenal.  Estos neo profetas, como está demostrado, confunden su anuncio con la palingenesia.
   De una situación mala puede uno deslizarse a otra a peor sin darse cuenta. Cuando estás hundido en la miseria se impone la realidad: en el, plano real, salir adelante es posible pero -salvo un golpe de fortuna- sólo a fuerza de sacrificios y disciplina. Si se cumplen unas condiciones se alcanzan unos  objetivos pero no todos quieren pasar por esa prueba.. Los políticos ayudan,  pero no siempre; y menos cuando no todos arriman el hombro. Una cosa es predicar y otra dar trigo.
    El cambio real de los países,viene cuando los seres humanos, uno tras otro,  evolucionan y cooperan por convencimiento. Y esto ¿qué es? Algo que sucede si los pueblos  crecen en valores morales, en conocimientos, en buenas costumbres. Todo cambio auténtico viene precedido por la  evolución de cada persona, y eso tiene mucho que ver con la escuela. Pero en España se enseña poco y, en cambio, se adoctrina mucho. Todo porque la escuela está en poder de los políticos y no de los padres. En España no se practica la libertad de enseñanza. Entre otras razones porque no hay oferta.
    Por eso cuesta creer en los cambios producidos por evolución cívica anunciados por los políticos sin un razonamiento bien explicado. La evolución no la dictan las leyes  tanto como las costumbres. Y el cambio de costumbres no se produce de un día para otro.
    Los malos políticos se han cargado el prestigio del más noble oficio al que pueden aspirar los seres humanos a base de mentiras, falsas promesas y latrocinios.
 

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