jueves, 4 de junio de 2015

EL IDIOMA DE LOS POLÍTICOS

    Los políticos cautos y prudentes suelen medir sus palabras y derrochar cortesía y amabilidad cuando, requeridos por los periodistas, han de responder a  preguntas que pueden, a su juicio, ser inoportunas o impertinentes.
    Cortesía y amabilidad, porque poner mala cara al noticiero de turno tiene su morbo y nada más interesante  para los espectadores que ver, a un inexperto político queriendo quitarse de encima, -cuando baja del coche o sale de su casa o menos lo espera-,  a la nube de pesquisidores friéndole a preguntas en actitud de mosca cojonera. No cuesta nada decirles: tengo prisa,  me esperan, no tendré inconveniente en recibirles, puedo atenderlos esta misma mañana con comodidad, sin atosigamientos, y cosas por el estilo. No hace falta extenderse en pormenores.
   Además, los políticos cautos y prudentes no suelen hablar de sus rivales, ni siquiera bien. Nunca olvidaré a un vendedor de automóviles cuando fue requerido por el comprador: "¿Que opina usted del coche parejo a este que quiero comprar,  pero de  otra marca" y le citó la casa que lo vendía. El vendedor fue corto, claro y definitivo: "no puedo perder el tiempo en hacer la publicidad de mi adversario, ni siquiera hablando mal de sus coches".
   Nunca se sabrán los votos que dio doña Esperanza, la  liberal, a doña Manuela, la populista, cuando la primera le arreó estopa en un coloquio transmitido por televisión. Doña Manuela se puso tierna y yo pensé: "Esta escena se merece un beso de gratitud que debería recibir doña Esperanza de  su rival. Le ha  dado votos a escacha".
   Los políticos cautos y prudentes tratan de lo suyo con  habilidad suficientemente cautivadora y sin hablar mal de nadie. El espectador es el llamado a ver, oír, sopesar y votar. Doña Esperanza acabó con el mito de ser la mejor.
   Cobra actualidad la sentencia de un nacionalista de pro, referida al  Obispo Blázquez que estudiaba a la sazón vascuence antes, de tomar posesión del cargo  episcopal,  para tener contentos a sus diocesanos vascos: "Loro viejo,  no aprende idiomas". Los jóvenes pueden ser diferentes porque, según presumen, vienen  aprendidos de casa. Ahora, eso sí, como sus mayores, dicen pero no hacen, prometen pero no cumplen. ¡Veremos lo que da de sí la cosa!

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