Hay una oleada opinante que pide a gritos un cambio en el Gobierno, en la creencia errónea de que poniendo otros titulares al frente de algunos ministerios se van a ganar las próximas elecciones generales. ¡Los rábanos por las hojas! Ganas de perder el tiempo.
Son otros los cambios importantes a realizar para represtigiar al Gobierno actual y ponerlo en situación de mejorar notablemente los resultados electorales en la próxima convocatoria. Voy a referirme tan solo a dos.
Primero: cambiar los criterios informativos de sus actos y decisiones, que nos llegan, en la actualidad, dislocados, inarmónicos y al libre arbitrio de cada jerife, por otros bien estructurados, armónicos y respondiendo a un proyecto en común del conjunto gubernamental. Criterios informativos didácticos, no emperejilados, sino en román paladino en el cual suele el pueblo hablar a su vecino. Y no para decir chorradas, sino para explicar razones justas
Segundo: Cambiar de actitud, convirtiendo al Gobierno actual, pasivo receptor de puyas, en un ente reivindicativo. Un gobierno dispuesto a hacer efectivo de verdad el cumplimiento de la ley, con delicadeza, pero reivindicando sus derechos y haciendo ver y demostrando que su actuación -según una antigua leyenda- responde a un "aumento de la justicia contra malhechores". Insisto, hay que poner de manifiesto y, demostrar -por activa y por pasiva- que la gobernanza está impelida por un deber, una obligación, y no por un capricho y antes que nada, por razones justas.
Que doña Esperanza Aguirre saliera a predicar sus evangelios por libre, es un disparate que pudiera haberse eludido de tener organizados unos buenos servicios informativos y publicitarios.
Que se organizara una pitada contra un símbolo nacional impunemente, obedece a esa falta de criterio no reivindicativo; obedece a una respuesta defensiva, transmisora de miedos, cuando era posible, reivindicar la aplicación de la ley y aplazar con la debida anticipación la celebración del acto en evitación de incidentes o accidentes que pudieran producirse por la la tal pitada, convertida hoy en un pitorreo.
Son dos ejemplos; pero les confieso que a cientos pudieron resolverse otras incidencias que se han convertido en materias envenenadas.
Cambiar los titulares de unos ministerios, en el caso que nos ocupa, es como llamar a Cachano el sordo haciendo sonar dos tejas.
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