sábado, 22 de marzo de 2014

LA DURA REALIDAD

No sé por qué en las manifestaciones callejeras, de forma categórica, se defienden las prestacions públicas de servicios (sanitarios y de enseñanza, principalmente), frente a las de carácter privado. A mi me tocó estudiar el bachiller siguiendo el Plan Villalobos, que fue Ministro de Instrucción Pública durante la II República. El Plan -la teoría- no era malo, pero su aplicación en mi caso, por la docencia pública, fue desastrosa. No voy a extenderme en las causas pero el hecho es que al acabar los estudios, para pasar la reválida o examen de estado, que así se llamaba, tuvieron mis padres que contratar un buen profesor de la enseñanza privada y a mis diecisiete años me convenció de que para dotar de alguna solidez a mis conocimientos teníamos que empezar a construir el edificio matemático desde la suma. ¿Que había pasado? Que el caterático ya mayor, benévolo y castizo, nos aprobaba a voleo y el favor que me hizo lo tuve que pagar muy caro y en edad inapropiada. Como todo en la vida hay prestaciones públicas buenas, medianas y malas, como sucede igualmente en los servicios privados. Les juro por mis antepasados que puestos en trance de elegir, yo pediría las informaciones necesarias y algunas más, e iría al meollo: por el mismo precio escogería al mejor, y si tuvieran que pagar algo por mejoras del servicio, pudiendo no lo duden, las pagaría. El vocerío de la calle no sólo es legítmo, sino conveniente, porque estimula a los políticos bastante dados -salvo excepciones, al apoltronamiento, pero poniendo el grito allí donde duele la injusticia.Y no genéricamente, sino en episodios o cosas concretas. No en cualquier occurrencia.

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