sábado, 1 de marzo de 2014

ESCENA SUELTA DE POSGUERRA

Al llegar a Vitoria veo a Julio, mi amigo, que mantiene un trato frecuente, según me dice, con todas las mozas de fortuna de la ciudad. Siento ahora una curiosidad malsana y tardía por conocer ese mundo y las circunstancias que concurren en esas mujeres para terminar dedicándose a la vida airada. Elena ya me habló del hambre como mala consejera. Puede ser; pero hace falta también tener callo para montársela con el primero que llega pidiendo servicios de cama y carne. Julio el “Disoluto”, así le llaman, me lleva a conocer las casas de la Nueva de Dentro y me hace pasar a la mejor, a la más cara. Para eludir el impacto de la horrura, de la suciedad del antro, me conduce de prisa a conocer a Débora, la joven putita que pasa por ser la más guapa del oficio en Vitoria. No ha sido fácil. A Débora no le gustan los encuentros sin alicientes profesionales. Lo mío, conocer por conocer, le parece un despropósito. Al fin consiente en mantener una entrevista en su habitación, su centro de trabajo, según nos dice. Es la media tarde, cuando apenas hay demanda de servicios sexuales. Ya estoy dentro del putiferio, un lugar de mediocre traza, más bien sórdido, según yo ya presumía. Débora está enfadada con Julio. Tiene sus razones. Por otra parte, es guapa, lo sabe, hace valer su belleza, impone sus condiciones y no hace salón; no baja a la estancia de la casa donde sus compañeras lucen galas eróticas con idea -se supone-de seducir a los clientes. Débora solo alterna con varones de su agrado y cobra cien donde las demás se conforman con treinta. A los dos -a Julio y a mí- nos recibe sin excederse en cortesías. Su cuarto está escuetamente amueblado: cama torneada de haya, armario de luna, dos sillas, un diván de forro ajado, lavabo con aguamanil y jofaina. Destaca una lámpara con pantalla de seda roja para crear, se supone, un clima íntimo y provocador. Trata de eludir la tristeza ambiental con vistosas flores en sendos búcaros. Débora, consecuente son su enfado, reprende a Julio: - Eres un desgraciado y aún no sé si mereces ser recibido en esta casa. Adivino en Julio una sensación de disgusto. Luego me entero: Julio, en combinación con un canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Vitoria, pretendió, en la pasada Cuaresma, organizar una tanda de ejercicios espirituales dirigidos a las inquilinas de las mancebías y Débora se opuso a esta iniciativa. Se extiende en explicaciones. (Del Libro "Ojo de peregrino". Autor Pedro Morales Moya.Email: tumecillo@gmail.com)

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