domingo, 30 de marzo de 2014

EL ESTADO APRIETA..

Era un pueblo pequeño puesto al paso de una carretera de mucho tráfico. Esta circunstancia sirvió de pretexto para que se abrieran pequeños negocios que funcionaban sin grandes alegrías, pero con cierta prosperidad. El nivel medio de vida de este pueblo era aceptable, pese a la crisis económica mundial de aquel entonces que alentó la aparición de los fascismos y de otras dictaduras totalitarias, estas últimas de signo marxista. En aquel pueblo vivían unos quince matrimonios retirados con casa propia, que se apañaban bastante bien sin costar una gorda (¡aquellas monedas de cobre con valor facial de diez céntimos!)al Estado. Matrimonios que tenían su huerto, su corralito de gallinas ponedoras, su cochino bien cebado y sabían de chacinería y de cómo conservar alimentos, y más aún: si se terciaba hasta se valían del arriendo de habitaciones a los veraneantes para con esas perrillas no tocar sus ahorros, conseguidos, por cierto, gracias a que llevaron una vida ordenada, a la par que higiénica y saludable. Un vida totalmente alejada del espíritu consumista que hoy se predica como ineludible para salir de la crisis. Eran tiempos revueltos porque las injusticias sociales clamaban al cielo, y para colmo la guerra y la prolongada postguerra, tras no arreglar los desmanes de la paz, nos hicieron ver que cuando la tostada se nos cae al suelo siempre se da de bruces por el lado de la mantequilla. Todo el mundo tiene soluciones pero la capa no aparece y cada día un mayor número de economistas de tertulia nos hace ver nuestra ignorancia, ¡que vergüenza!, y que sin el papá Estado (¡vivan las empresas públicas!)no daremos un paso a derechas; ni a izquierdas. Sin darnos cuenta, vamos camino de fiarlo todo a la providencia estatal, como si fuera un dios.Terminaremos sosteniendo que el Estado aprieta pero no ahoga. El sueño de Montoro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario