Tal y cómo se está desarrollando el posible desenlace de la enfermedad que se cura dejado vacías calles, plazas y rincones con resguardos placenteros, vamos a tener que idear -para eludir contagios- una especie de casco facial hermético que nos libre de las gotitas de agua venenosas e invasoras que matan a manadas. No es el aire; son las gotas de agua chiquititas las asesinas. El secreto al desnudo -dicho a lo bestia- está en que las víctimas, no traguen el agua envenenada y evitar así la desgracia de quedarse sin abuelos.
Conviene a todos que este descubrimiento sea verdad, sobre todo para que radios y televisiones hagan saltar de alegría a la plebe cambiando de tema. Con lo que me gusta a mi que doña Susana, por citar un ejemplo encantador, no sufra y pueda -al contrario- reír a cara descubierta, sin caretas que cierren el paso a las gotas venenosas. Las televisiones hacen milagros.
Dicho lo cual aquí lo que urge en el plano político-social es que funcionen las escuelas y otros recintos destinados a la docencia, a la par que cada cual se vea suelto para ir al trabajo a cara tapada pero libremente, como reza nuestra carta magna.
Y ahora vamos a ver cómo nuestro gobierno central, "de donde saca p´a tanto como destaca". Porque los ancianos y ancianas con porvenir y en fila -que son muchos pese a la plaga asesina- están perdiendo la paciencia. Quieren más y la mayoría tienen razón.
¡Ojalá sea cierta la noticia!
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