Mi pretensión es muy modesta: quiero imaginar el futuro que nos espera a los españoles partiendo de un hecho ineludible: cada cual es como es y resulta difícil ponerlos de acuerdo, incluso hablando el mismo idioma. El poder, repito- ineludible está en manos de los que dominan el mercado globalizador. No se les ve. Nadie los cita. Es un silencio rentable y no se engañen: Mandan desde fuera.
Ayer dediqué mi atención a un pequeño pueblo de las zonas rurales de Álava para constatar como en pocos años habían cambiado las costumbres de los nativos dedicados al sector agrícola. Han ido a menos. Han desaparecido. Y quise señalar que ese cambio de raíz no se pudo evitar. Las zonas rurales de España se están despoblando. Y en Álava, la capital -Vitoria- que contaba unos 40.000 habitantes en 1940, tiene unos doscientos veinte mil, y me quedo corto, ochenta años después. Los antiguos que aún viven no han asimilado el cambio.
Pues bien: en toda España y más en ciudades como Vitoria, está en marcha la reforma de usos y costumbres, esta vez valiéndose del empuje que ya se viene marcando por la evolución mundial de signo globalizador. Vamos a menos, porque las modernas sociedades se han entregado a las ofertas globalizadas, capaces de vendernos los más raros y originales productos llegados de remotos territorios.
En ciudades como Vitoria, bien comunicadas, se está viviendo un proceso decadente que trae pobreza. Las actividades comerciales decaen y no se sabe cómo evitarlo.
Aunque, a su aire, lo intentan, para llenar el vacío, los más duros resistentes vitorianos con su buena fe a cuestas.
Y no lo olviden: Vitoria, la clásica, es un punto de partida pese a quien pese y esto no se desdibuja con una simple política.
Lo explicaré D.m.
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