domingo, 5 de abril de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (49)

       Amigo lector: hoy he vivido una noche feliz. He dormido a pierna suelta. El sueño me ha dado ocasiones para distraerme con el pensamiento puesto al servicio de las más extraños milagros con los que alejarse de las más injustas dolencias.
       Verán: siento a los políticos de moda y cargados de suficiencia (que tiene su miga) realmente despistados. Esta jodienda a la que llaman "coronavirus" está siendo manejada por personas del oficio de forma tal que han echado a la cuneta a eso que consideran "democracia" de la que se ha hecho burla desde las mejores predicaderas. Quiero decir que estamos en manos y conocimientos de médicos (y red de auxiliares del gremio, profesionales y aficionados) y menos mal. Menos mal que los  políticos han pasado a un segundo plano y los economistas, cautelosos y precavidos, se pronuncian con meditada discreción. Y menos mal que a los curas se le da por desaparecidos y se acabó la moda de quemar iglesias con todos sus valores dentro.
         Un amigo del alma, al que agradezco sus consideraciones, está -sin quererlo ni darle importancia- en medio de este infierno donde se ha impuesto como remedio el llamado "tapabocas" que -como decía años ha el Dr. Ramón y Cajal- está prestando un triple servicio: preventivo, el primero, (impide el intercambio y  desarrollo del veneno) y decorativo el segundo y ercero: no se presta al hábito de la blasfemia y se favorece el entendimiento intrafamiliar.
        El amigo del alma (y todo vecino bien intencionado) es un ser vivo dispuesto al cambio que, en el fondo, induce a bien entenderse con el vecindario y a prestar atención a los más desamparados, por lo menos para irse al otro barrio con la vejez a cuestas y buena salud mal pensionada.
        En fin, prospera la solidaridad bien entendida.

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