sábado, 11 de abril de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (55)

      Aquí y ahora, al  ciudadano de a pie que obra noblemente y de buena fe lo convencen los predicadores  que dominan la cúpula del mando con cierta facilidad. Es decir que las directivas del PSOE y PODEMOS, que por separado y desde el poder no coinciden en sus argumentaciones,  hacen equilibrios para no perder las posiciones del mando. Cubren las apariencias de fortaleza razonada, pero lo mismo se contradicen con la más cara dura sin perder su estilo.
       Ante esa perspectiva difundida con éxito por los que dicen gobernar España, se les suele atacar directa y personalmente, por la oposición centro-derechista, con argumentaciones difusos y manifestaciones broncas y vulgares que hacen ruido, pero no dan en la diana.
        Lo primero a tener en cuenta por los opositores del adversario en el poder, -cuando a uno le invitan a defenderse- es   que vale más un ser que razona, que el decidido  a convencer al contrario  con ataques personales e insultantes.
        Por ejemplo, ante una crisis que lleva al paro a miles de paisanos, si uno cree que triunfa cargando de insultos a sus oponentes,  se equivoca. Si muy al contrario,  razona  y marca la ruta a seguir para crear puestos laborales y al propio tiempo convence, no lo duden: ganará unas elecciones.
       Tampoco lo duden. El centro derecha español no ha sabido manejar estos argumentos. Y si no sabe, es porque en sus filas han ido apartando a los mejor preparados para convencer a los electores y han dado paso libre a un conjunto de personajes sin escrúpulos que presumen de listos.
       Los partidos políticos con propósitos triunfantes no solo han de contar en sus filas con elegibles discretos, sino también con dirigentes dotados de valores positivos; han de organizarse con un consejo directivo para que los protagonistas elegibles además de leales y honestos, no se salgan del tiesto.
      Son muchos los que dudan ante un centro derecha donde muchos, demasiados, quieren ser caudillos y eso -al fin- solo es posible cambiando de campo, de árbitros y de espectadores, claro está, bajo bandera con la  que presumir de todo lo contrario.
     

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