miércoles, 15 de abril de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (59)

     A veces recuerdo un libro incierto, una pretendida novela que no acabo de terminar, en la que reflejo una serie de episodios bélicos entremezclados con la vida vulgar y con la moral exaltada y lista para ganar el poder de la república para unos, nación para otros, a tiro limpio . Las costumbres de algunos, no todos, los que entonces vivían en Vitoria y villas y pueblos enredados en la guerra civil del 36, no daban lugar para suponer que se empezaba una guerra que iba a durar cerca de tres años.
     El personaje que surge para iniciar el relato es un jovenzuelo de 17 años -menor de edad- fornido y bien formado, que se enrola en la columna de voluntarios convocada para unirse a la marcha militar que, desde el norte de España, se uniría a otros sublevados para conquistar su capital, Madrid.
     Nadie pensó que aquellos entusiasmos conquistadores, empezados con ideas creativas de un mundo feliz, iban a durar tres años y mucho menos que terminarían en una dictadura duradera: cerca de cuarenta años.
     El personaje principal, el joven citado, pierde una pierna en el primer encuentro contra una formación republicana y vuelve a casa desmoralizado y triste. No esperaba tan desgraciado desenlace; ni que aquello era el principio de una guerra.
     ¿Y todo esto que es cuento,  tiene algo que ver con la España actual? No y sí. No se el porqué pero veo en la cancha, cada vez más destacados, más seguros de sí mismos, a dos bandos en fase de crecimiento: a los azules y a los rojos y a sus compañeros mártires.
     Claro está que mi memoria me indica que las guerras montadas se dan más en países pobres que ricos. Este es el caso. En la Europa soñada como rica lo único que crece en la última década, es la pobreza. Y en este juego, España tiene entre manos las bazas de perder.
     No me llamen pesimista, por favor,  porque vea crecer a las masas más belicosas por pobres.

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