domingo, 19 de abril de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (63)

      Soy un insatisfecho. Y osado. No sé manejar con soltura la transcripción  de ideas por medio del correo electrónico. Por tanto y periódicamente pido perdón a los que suele dirigirme la palabra escrita que siempre es de agradecer. Perdón una vez más. No acierto con el uso de teclas y de mandos
     Hoy, al detectar  las atentas dudas de una amistad  -C.G.G.- referidas a mi último comentario sobre el venenoso coronavirus, no he acertado a comunicarle directamente mis ideas con las que ajustar conceptos. Me preguntaba, amigablemente,  si veo  algún futuro despegue de la plaga que nos invade.
      Pues bien: no tengo elementos de juicio para profetizar sobre tan delicado problema y ¡Dios me ampare! ni capacidad intelectual con la que avalar mi opinión. Lo cual no es obstáculo para advertir que las medidas que se vienen aplicando para reducir los efectos del  tal plaga,  no parecen satisfactorias. No llenan.
      Sospecho, además,  que el coste de los remedios que se han puesto en juego - tal vez millonadas-,  se pagarán mayormente -no se olviden- por  los españoles encuadrados entre las clases medias y por el pueblo llano tirando a pobre. O se dejarán a deber. O las dos cosas.
      A mi entender el problema puesto en juego es mundial y querer resolverlo pueblo tras pueblo -en vez de ir todos a una- tiene sus riesgos.
      Y sobre todo la respuesta en nuestra tierra se ha montado a salto de mata, con demasiadas dosis  improvisadas
       No juzgo. Solo constato.
     
   
     


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