Chus Viana, joven pero con acusada personalidad, quiso contar conmigo en el periodo electoral -por aquello de que a falta de pan buenas son tortas, y por mi o parte acepté contra todo deseo familiar. Así es la vida (fue un episodio novelesco). Trabajé el tema sin méritos por mi parte, pero acerté. Y Chus me colocó con el número dos en la lista electoral de la UCD. Contra todo lo esperado, resulté elegido de rebote.
Y digo sin méritos míos porque, si en algo acerté, alguien lo tuvo en cuenta. Alguien con poder, claro está.Y cómo no había más remedio e íbamos cortos de dinero, se apoyó la propaganda en una sola idea deliberadamente cauta: defender la foralidad alavesa desde la moderación mas razonable.
Indudablemente, no todos estaban estaban embebidos en aquella onda, pero tirios y troyanos sabían que Álava -pese a los sucesos de marzo del 76- estaba donde estaba gracias a la política fiscal dirigida desde la Diputación alavesa.
Y si digo todo esto es por una razón muy sencilla de entender: en Álava pintan poco los alaveses, por no decir nada. Y un sector amplio, de estos alaveses, tiene conciencia de que cuanto digo está a la vista de más de uno.
¿Qué pasó en aquellos tiempos ya muy superados? Muy sencillo: la UCD local y luego los sucesores se iban a Madrid a contentar a los mandamases. No digo más.
¿Y usted que hizo? , dirá más de uno.
¿Yo? Lo tengo claro. Fracasar. ¿Por qué?. Por los nacionalistas que ofrecían más y mejor. Y por los de mi cuerda que salvo excepciones estaban donde estaban por una satisfacción personal, dicho con todos los respetos.
En el fondo, el menda no era nadie y tampoco vale como pelotari -ya me entienden-.
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