Era la respuesta que me anunciaba mi detractor; con un cúmulo de imposibles, inducía a que su oyente concluyera: vale más lo conocido, que lo bueno por descubrir. Solución que, dicho sea de paso, no me satisfizo.
Para empezar, no me convencen los partidos políticos, ni los movimientos, ni siquiera esas llamadas mesas resolutivas cargadas de tópicos. Para empezar -insisto-constituiría una reunión de estudios políticos constructivos. Y para empezar de inmediato a palpar soluciones, solo elegiría seis personas comprometidas y capaces de influir en la opinión publica, sin ocupar cargo alguno o buscar
compensaciones del tipo que fueren, por sentirse buscadores de la equidad sin espíritu de lucro alguno.
Claro que mi propuesta pide preparación, es vocacional y , de paso, exigente de virtudes generosas exentas de votos imperativos.
Ellos, los elegidos con su vivir resuelto y comprometidos a no ocupar cargos oficiales, tendrían derechos colegiados para suspender legalmente cualquier felonía montada por los gobernantes con mando en plaza.
¿Estoy proponiendo un imposible? Pues no. Más difícil es tener aprisionados y sin salir de casa a millones de españoles, bajo la amenaza de una gran multa para evitar su muerte con solo decirlo, mientras ellos -desde el poder- andaban a su aire y no por heroísmo.
¡Déjenme que sueñe!
No hay comentarios:
Publicar un comentario