martes, 31 de marzo de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (44)

     En el mes de julio de 1936, segunda mitad, tras varios días dudosos que siguieron al suceso clave,  secuestro y asesinato de José Calvo Sotelo, sonaron las campanas de la iglesia del pueblo donde nací,  Espejo ( Álava), con ritmo de arrebato. Así empezó para unos pocos vecinos del pueblo la guerra civil. No les digo como terminó porque aún no se ha acabado.
     Cuando hoy, año 2020 del siglo XXI -muchos años más tarde- después de haber llegado a la luna y corrompido las cercanías del cielo, tras haber despoblado mi pueblo, cuando ya no suenan las campanas y no hay cura al que maltratar ni leche recién ordeñada que mamar, parecerá mentira, pero estamos de nuevo ideando cómo fornicar a la marrana y echar la culpa a los chinos.
      No sé el porqué, me levanto optimista -he dormido bien y no he madrugado- pero tan pronto leo cuatro titulares de la prensa que modernamente vuela, me bajo del burro: ¡No tenemos remedio!
      Estamos caminando por tierras corredizas y embarradas y después de echarse la culpa los unos a los otros, nos vamos a Finlandia y tierras de su entorno a pedir limosna. !Algo parecido a comer cerillas!
     No somos pobres del todo, pero nos gusta presumir de lo contrario y luego pedir limosna. Y tal decisión, allí -en esas naciones del norte- no cuela.
      Y si no cuela, hay dos soluciones. Una, mandar al carajo a la Europa unida y resucitar a la máquina de hacer billetes peseteros para alinearnos con los populistas de la América latina, y otra aprender a manejar con sentido crematístico la máquina de globalizar a los españoles desde la niñez para que, como los chinos,  sepan  desprenderse del mal y vender el remedio curativo a la par que rentable.
     No sé qué digo y estoy despierto.
     

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