No sería oportuno que llegara a quejarme de las circunstancias políticas que han influido -e influyen- en el pobre desarrollo económico-social de Álava a verificar desde los comienzos del siglo XXI. Poco a poco, día a día, el macrocefálico territorio vasco-alavés si no está adormilado es que va de capa caída y sin fuerzas vivas con las que tocar el cielo.
¡Cuidado! Yo no estoy buscando culpables. Me quejo de cómo las personas capacitadas para asumir el futuro de su pueblo -el alavés- no se comprometieron a colaborar y dirigir una trayectoria positiva que ya -por los aires que corren- los ahora dominantes no lo permitirán. Todo menos levantar cabeza.
Y que conste una vez más, tampoco cargo de culpas a los nativos. No soy quién, pero es que -sin dudas- la política económica y social aplicada como moderna -último grito-, está barriendo para la casa de mandamases, para los suyos; idea ésta apalancada, como si fueran tratantes de feria, con sus afanes: subirse al tío vivo y chupar de la goma, al tiempo que predican todo lo contrario.
Con una Constitución en marcha -cuyos padres pensaron en la lealtad y nobleza de sus conmilitones-, convertida ahora en pretexto para dar base a un moderno patio de Monipodio con autonomías varias, la hemos pringado. Cada territorio autonómico, cada uno con su caballo de Troya desde el que fornicar a la marrana (para ellos España), no vamos a fortalecer al pueblo (para los unitarios) ni a las naciones emergentes (para los secesionistas o divisionarios).
Esta es la deriva a la que nos conducen: fundar reinos de taifas que serán manejados desde el exterior como si fuéramos una playa para veraneantes extraños (es decir extranjeros) algo que ya sucede y sucederá con más ironía en un futuro imperfecto.
Ya lo verán, si esto no cambia. Se lo diré otro día D.m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario