martes, 17 de marzo de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (30)

     Hasta aquí hemos llegado. Tengo una media docena de novelas escritas y publicadas pero no publicitadas. Termino por sentirme satisfecho con que las hayan leído doscientas personas -si llegan- y de no aburrirse. Eso es todo y no pretendo ir más allá.
     ¿Por qué? Les confieso que mis narraciones noveladas, viciadas por su simpleza, las toman en serio bastantes lectores y, cuando expongo  hechos reales  -que rodeo de suavidad para no herir a terceros- estiman que son anécdotas o curiosidades divertidas.
    Si fuera a narrar  las circunstancias que rodean el nacimiento y vida de la pandemia que nos abruma, me tomarían por explotador fantástico de una historieta, con la que provocar el sueño del lector en una cálida noche de verano.
     En mis largos insomnios -cosa de viejos- suelo entretenerme en buscar soluciones a problemas socio-políticos que marean y nunca los resuelven. Entre ellos está el paro laboral que sufren varios millones de expectantes compatriotas. ¿Por culpa de quién tal paro? No lo duden: tiene su importancia. Hasta ahora, son tantas las obligaciones y tantos los aflojamientos de dinero que han de poner en juego los inversores, tan exigente ese tinglado de complejo arranque, que resulta mejor no iniciar nada.
   Pues bien: se acaba de vulgarizar el "tele-trabajo" que permitirá a muchos ganarse un sueldo en su casa  sin más,  para atender una abundante realización  de tareas. Tele-trabajo que se ha puesto a funcionar, sin ruidos,  en un par de semana.
    Del mucho a exigir estamos pasando al poco pedir.
    Una verdad digna de su desarrollo.

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