miércoles, 25 de marzo de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (37)

     Por una circunstancia casual -digna de una novela sociológica- me encontré, sin yo pedirlo ni desearlo, incluido en el segundo puesto de la candidatura de UCD (Álava) que -sin ganármelo, ni mucho menos- me llevó a un puesto histórico: a ser Diputado a Cortes de una restaurada democracia. "No eres nadie -me dije- no durarás mucho".  Así fue. Es un episodio que figura en mi memoria: un fracaso merecido.
     Me di cuenta en pocos días: el PNV -muy bien organizado respecto a los demás partidos del momento- tenía un poder amplio sobre las multitudes más influyentes de Vizcaya y de Guipúzcoa; venía a estar respaldado por el sector vasco más popular en las clases medio-altas; es decir, por las masas más influyentes. Esta realidad en Álava estaba por ver.
     Desde la UCD central -heredo franquista, no se olvide- se estaba jugando una partida con las cartas marcadas. ¿Por qué lo digo?
     Bastaba ver y advertir el derroche propagandístico de los partidos más destacados en la campaña electoral,  para deducir que este gasto era posible porque así lo quisieron desde las democracias europeas. El cambio que la Monarquía española estaba dando -sin caer en los extremos comunistoides de Portugal que surgieron para acabar con su dictadura- tenía su razón de ser. La           Península Ibérica no podía caer en manos del poder soviético.
     Esto exigía negociar, directamente,con los nacionalistas vascos y catalanes partidarios de soluciones democráticas. Negociar con los nacionalistas ¿y con quién más?
    Con los vascos influyentes más tolerantes de una derecha vaso-española y  dispuesta a soluciones acomodadas al caso.
     Así fue. Por lo que al País Vasco se refiere el Gobierno de la UCD liberó destacadas figuras de la ETA en plena batalla; la "broma" -además de ser estúpida- era injusta; y el precio lo pagaron muchos inocentes.
     Juré ante mi familia que era preciso huir de los tuyos. Y tuve con mí desencanto que superar tardías vergüenzas.
     Y esto ¿qué pinta a estas alturas?
     Tiempo, al tiempo. ¡Todo se andará!


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