jueves, 5 de marzo de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (20)

     Con toda mi buena fe  creo haber alcanzado un mínimo de ideas,  muy ligadas a un deseable porvenir de la tierra que me vio creer. Un porvenir positivo que incluye el deseo de prosperidad del prójimo en la máxima extensión de este concepto,  a sabiendas de que tiene sus dificultades.
     Álava -una tierra intermedia, situada entre la costa Cantábrica, con su cadena montañosa, al norte y la línea del río Ebro por el sur. Parcela singular, punto de encuentro de una suerte de habitantes con raza propia, luego fundidos en una mezcla con genuina personalidad.
     Corriendo el paso del tiempo y sin negar otras influencias, Alava vino, de hecho y por derecho, a sentirse integrada en la nación llamada España, junto con los territorios forales de Vizcaya y Guipúzcoa, como se confirma en la Constitución española vigente, aprobada conforme a unas  reglas básicas y democráticas.  Acto seguido, esta reforma fue confirmada  por un referéndum mayoritario que dejo  abierta la posibilidad de ser sometida, la dicha ley de leyes,  a toda suerte de cambios futuros y, por el mismo procedimiento, a dotarnos de posibles evoluciones avanzadas: incluso un cambio constitucional secesionista si es refrendado por todos los españoles.
      Sobre esta realidad legal puede construirse una nación modelo muy distinta de la conseguida -podría decirse que a mordiscos- por unos políticos que se dicen progresistas: pero se olvidan del encaje de una España moderna y activa en  Europa y termina por cultivar  el huerto que de envidia al vecino de enfrente. Así creen haber dado con que el logro de la igualdad,  aunque los más vivan en chabolas, eso sí muy igualados.
      Si esta última idea, la de la falsa igualdad,  triunfase -y vamos por ese sendero- nuestras ciudades crecerán con dos barrios: el de los muy ricos (lleno de siervos) y el de los muy pobres (lleno de esclavos).

No hay comentarios:

Publicar un comentario