lunes, 3 de febrero de 2020

VERLAS VENIR Y CÓMO RECIBIRLAS

     El poder no tiene limites y, además, cuando menos lo piensa, la víctima del invento,  es decir el listo, ve surgir la novedad y como el "empoderado", es decir el no tonto,  se monta, otea,  galopa y saca provecho de la situación, novedad que suele ser generosa para unos pocos que piden mucho.
      He leído que los leales y propagadores expertos del PNV ya han estudiado el proceso a seguir con los ex-votantes del PP que,  muertos de vergüenza por los pecados cometidos por muchos de sus caraduras líderes, huyen de ellos y se esconden para que no los confundan.  Se trata de ganárselos como amigos.
      Les confieso que a mí, enviciado por los acertijos que a diario nos plantea la política, -no lo divulguen-  me cuesta mucho sonreir. Y sé que para ganar amigos hay que darles coba gesticulando la admiración que sientes por ellos, aunque digan tonterías.
      En esas estamos. Si yo fuera amigo de don Alfonso que se equivocó de bando,  le diría: si ves sonrisas de amor y te las otorga un político astuto, no lo dudes: quiere un sí. Y un sí, bien pagado, es rentable a bote pronto; es un fracaso, no obstante,  si se mira a distancia.
      A mi la experiencia me enseñó que era inútil -dada mi sinceridad- dedicarme a la política: pero esta realidad me tiene acongojado. Los nacionalismos tienen vigencia allí donde surja la masa que valora el voto de las mayorías. Mayorías sumidas en el sentimiento colectivo con criterios basados en el poder absoluto. Mayorías que imponen sus leyes. Que luchan contra las demás.
       El PNV lleva camino de alcanzar el poder absoluto.
     
     

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