La idea de ésta que yo llamo chirinola, está claramente expuesta con su título: la rectitud une. Me refiero a las consecuencias que se derivan, -resultado final de unas elecciones políticas- cuando entre los candidatos de cualquier partido, están dando muestras de sus andanzas a la greña.
Reparar este daño, reponer el prestigio perdido, cuesta lo suyo y va precedido por el desencanto del votante. Lo normal es que los electores pierdan la fe y dejen de votar a sus antiguos guías del buen gobierno: la rectitud da prestigio y atrae al indiferente; la inseguridad del caminante, origina las dudas de su compañía, su desinfle. Lo que digo viene al caso -y es de lamentar-por el desquiciamiento del PP del País Vasco que lleva años cambiando los directivos con pretextos infantiles. Y no miento. Los que se sienten desplazados no lo fueron por razones doctrinales o deslealtades nunca razonadas; más bien por intrigas y ataques personales disfrazados con borlas de seda. Y los votantes del centro derecha, obran en consecuencia: no les votan.
Este es el primer paso a dar si se quiere reconstruir un partido decente en el más amplio sentido del término, teniendo en cuenta que la lealtad a los principios doctrinales y a las personas no son incompatibles y resultan infantiles hasta los abrazos y aplausos que se dan algunos conmilitones que por serlo se odian.
Lo siento mucho pero presagio que las elecciones a medio anunciar del y para el País Vasco, van a servir para dar un barrido a ese centro derecha que -ojalá me equivoque- no sabe interpretar la historia y orientarnos hacia un mundo mejor.
Les aseguro por mis ancestros que, como político, ni estoy en activo ni lo voy a estar. Estoy en otra onda.¡Dios me ampare!
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