miércoles, 26 de febrero de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (12))

     No se comprende que los políticos de este país introvertido llamado España, anden a la greña como si estuvieran defendiendo intereses personales. La verdad que habla nos dice que la pobreza, en cuarto creciente, nos lleva a percibir la desertización de ciertas y amplias zonas que ya no cuentan, y a ver como se aglomeran, en las grandes ciudades, los huidos que imponen sus modos de ganarse la vida a cualquier precio.
      ¿Quién le mete mano a esta realidad? Los políticos al uso están, atraídos por otras aficiones. En el fondo casi todos los llamados a enderezar entuertos -política por medio- se preocupan de todo aquello que favorezca la perdurabilidad suya,  conseguida a base promesas que no llegan; todo con el pretexto de lograr el bien común que nunca alcanza a millones de excluidos -muchos- de la clase media-.
      Veo de cerca a la ciudad de Vitoria -mi residencia- con creciente pasado y mermado futuro. Conste que puede considerarse afortunada y llena de posibilidades, pese a todo.  Pero no es lo que fue. Hasta se echa de menos a los curas. No hay vocaciones. Nos dominan unas ideas rastreras. Tanto que el centro derecha, en el que no milito pero al que vendo mi voto a cambio de un café a media mañana, se ha deshecho; anda a la deriva y un tanto lloroso. Y perder puestos rentables a cambio de un paro, además inesperado, se las trae.
      No quiero recrearme con el dolor ajeno, aunque pueda estar justificado. Quiero la paz, pero claro todo tienen sus límites. También los fueros.
      Parecerá mentira, pero voy a sacar a relucir al Aeropuerto de Foronda como prueba de algo que nos separa a los vascos de buen cuero. Verán: yo no estoy de acuerdo con que un instrumento que da vida esté medio parado.
     Por qué.  Eso es lo malo: por la política.
     ¡Ya lo verán!

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