viernes, 7 de febrero de 2020

VALOR AÑADIDO

     Es difícil adivinar las últimas intenciones de aquellos que se auto eligen para ejercer como líderes de una determinada corriente política: se sienten modélicos, importantes e influyentes, cuando en realidad están condenados al fracaso.

     La afirmación anterior es discutible -lo reconozco- y sin embargo intuyo que, cuando los que presumen no valen, la mediocridad se impone. Lo malo del caso es que los platos rotos ahí están y terminan por cargar con ellos los más débiles. Creo que esta realidad no puede negarse: el último ejemplo lo están dando los promotores de cultivos agrícolas que están, con todo su saber y desear,  viéndose inútiles: son los que más ponen para convertirse en los que más pierden.

    Mientras tanto dos significadas figuras del quehacer político,  perdían ayer tiempo y dinero en su mayor parte procedente del valor añadido, que viene a ser el impuesto más injusto: es el que más castiga a la iniciativa privada aunque ésta sea una bendición llegada del cielo. Todo ello, además, para nada pues el problema -como pasa con toda enfermedad- o se cura a tiempo con medicación acertada o se resuelve a garrotazos o a barridos que soporta el débil, si no acierta a huir en tiempo y forma.

     La dura realidad indica que los seres humanos interesados en avances de vanguardia -los supra-nacionalistas- manejan más dinero y con mejor criterio especulativo con el cual se hacen dueños del "ordeno y mando" y de paso se forran, hasta parecer un cuento, para mantenerse en primera línea.

      ¿Y los demás? Los que votan ¿qué?. Históricamente, comprobado en siglos históricos: o se llega lejos perfeccionando la técnica de suprimir vidas para que otros ocupen el hueco que dejan,  o eligen con lógica a los más capaces para ordenar los gobiernos con un justo, equitativo y razonable valor añadido..

        ¿Remedio? El noble valor añadido libre de impuestos.

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