lunes, 10 de febrero de 2020

ORGANIZARSE DE NUEVO

     Cuando un negocio da tumbos y pierde clientela a paletadas, el dueño del tinglado solo tiene dos salidas: cierra la barraca o la renueva y reforma hasta convencer al público de su pujanza, de su utilidad, de su valía: en suma de su poder.
      A los que se creen ser el dueño -o los dueños- de ese negocio en crisis -y por añadidura en ridícula caída-,  no les gusta renovarse porque esto supondría su cese y por ahí no ceden: piensan que la vaquiña es suya y ellos no están dispuestos a perder el derecho a ordeñarla.
      Así que sólo les queda -no dan para más- cambiar la pintura de sus anuncios y contraseñas para hacer pasar por buenos a  los mismos chuchos con distintos collares.
      La experiencia me ha enseñado que el poder material -la sorda moneda, en nuestros tiempos- es tentador y son muy pocos los dispuestos a perder de buenas a primeras el bienestar que reportan sus cargos a los supuestos apóstoles de las "verdades" políticas que a ellos les sustentan. (Siempre reconoceré que hay excepciones).
      Es decir que la política -digan lo que quieran- está muy mediatizada por intereses bastardos y hay que estar cerca del último viaje, para con discreción decir alguna que otra verdad sin ánimo de lucro. En esta fase está un servidor pero paso mis miedos, pese a que mi poder, el de un carcamal, es inofensivo.
       Puedo por ello anticipar aquello de "renovarse o morir" es cierto. El centro derecha español patinó entre la basura creada en sus filas por muchos de sus conmilitones. Y quieren cambiar de plano pero... lo descubren tarde.Y surge la respuesta dura.
      Presiento que si el centro derecha si no se moja -y mojarse no es imitar a la derecha totalitaria ni entregarse al adversario- está perdido.
      Creo que el fenómeno puede explicarse.

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